Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1220
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Capítulo 1220:
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Al darse cuenta de que ella hablaba en serio, Miguel dejó de retroceder y empezó a correr desesperadamente. Intentó huir, pero todas sus heridas le traicionaban, reduciendo sus zancadas a un patético arrastrar de pies. Tras una docena de pasos inestables, sus piernas se doblaron y cayó sobre la nieve y el barro.
Tumbado boca arriba, miró a Elliana, que se alzaba sobre él, con el rostro tan frío y despiadado como el de cualquier segador. No podía morir. Todavía no. Aún le quedaban cosas por hacer.
«¡Elliana, hagamos un trato!», espetó, sin poder articular las palabras antes de que se le escaparan. Él no tenía nada que ella quisiera, ninguna ventaja, mientras que ella tenía todo lo que él deseaba. ¿Qué moneda de cambio podía ofrecer?
Elliana dudó por un instante.
«¿Un trato?», dijo, con un destello de interés casi imperceptible.
«Bien. Dime, ¿qué tienes que yo quiera?».
Su mente se aceleró y un solo nombre salió a la luz.
—Quentin.
Al oír ese nombre, Elliana sintió que se le encogía el pecho. Ese era el motivo de todas sus provocaciones y presiones, todo por un único objetivo: averiguar si Quentin seguía vivo y dónde podía estar. Sin embargo, no podía revelar su verdadero propósito ni dejar que Miguel percibiera su desesperación por rescatar a Quentin. Suavizó su expresión hasta convertirla en una máscara dura e indescifrable.
—No te importa mucho Quentin, ¿verdad? —insistió Miguel, buscando debilidad en su rostro.
—Pero él está obsesionado contigo, Elliana. Desobedeció mis órdenes por ti. Por tu culpa, está sufriendo. ¿Eso no significa nada para ti? ¿No quieres salvarlo?
Elliana bajó la mirada, fingiendo reflexionar antes de levantar la barbilla y mirar a Miguel a los ojos.
—Está bien, veamos qué tienes en mente.
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Miguel relajó un poco los hombros, contento de que Elliana al menos estuviera dispuesta a hablar.
—Si me dejas ir hoy, liberaré a Quentin tan pronto como regrese a la base de la Alianza Evernight.
Elliana lo miró y soltó una risa seca y burlona.
—¿De verdad esperas que confíe en ti, Miguel? ¿Quién me garantiza que no vas a incumplir tu promesa? Si te dejo marchar ahora, ¿qué te impedirá matarlo por despecho?
Hizo una pausa y su mirada se volvió más fría.
—O tal vez ya esté muerto y solo me estés engañando con una mentira.
«¡Quentin sigue vivo, lo juro!». La voz de Miguel sonaba desesperada, elevándose con cada palabra.
«Cuando se volvió contra mí, realmente quise acabar con su vida en ese mismo instante. Pero me contuve. Tiene un don, y siempre he admirado ese tipo de talento. No dejo escapar a las personas excepcionales. Tú lo sabes tan bien como cualquiera». La amargura se apoderó de sus ojos mientras cambiaba el tono de sus palabras.
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