Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1212
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Capítulo 1212:
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La furia de la detonación resonó hacia afuera, sacudiendo las laderas que los rodeaban. Y entonces, con un estruendo ensordecedor, comenzó la avalancha.
«¡Atrás! ¡Atrás!», gritó Elliana con voz aguda y autoritaria, por encima del estruendo de la nieve que se derrumbaba.
Obedecían al instante, alejándose a toda prisa mientras la avalancha rugía como una bestia enfurecida. Un estruendo atronador resonó en el valle y, en cuestión de segundos, la ladera de la montaña había desaparecido.
Cuando el estruendo finalmente se apagó, cayó un silencio denso y espeluznante. Donde antes había estado la base subterránea, ahora solo había una extensión infinita e intacta de nieve. Ni siquiera quedaba un rastro de escombros.
Adah rompió el silencio primero, con voz baja pero con un tono de sombría satisfacción. —Supongo que eso es todo. Miguel debió de perder los nervios y volar el lugar por los aires. —Exhaló entre dientes—. Se lo tiene merecido. Él y Maxine… que sigan arañándose el uno al otro en el infierno.
Elliana no dijo nada. Su mirada era distante, indescifrable. Aún no había conseguido sonsacar a Maxine la verdad sobre su madre.
Cole se acercó, sacudiéndose el hielo de la chaqueta. «Se acabó», dijo en voz baja. «Deberíamos volver a casa».
Antes de que Elliana pudiera responder, se percibió un movimiento fugaz en el borde de la tormenta.
Una figura solitaria avanzaba a trompicones por la nieve, procedente de la cresta opuesta, harapienta, ensangrentada, pero sin duda humana.
Adah se quedó boquiabierta. «Tienes que estar bromeando. Esa es…», dijo, con incredulidad en su rostro. «¡Es Maxine! ¿Cómo diablos es posible…?».
«¿Viniendo desde ese lado? ¡Se suponía que estaba enterrada! ¿Qué, se arrastró a través de la roca sólida?».
Todos miraron fijamente mientras Maxine se tambaleaba hacia ellos, dando un paso agonizante tras otro.
Observando a Maxine con atención, Elliana explicó al grupo: «Una base subterránea tan grande nunca tendría una sola salida; tenía que haber una ruta de escape oculta, y así es como Maxine salió».
Los oyentes finalmente comprendieron lo que había sucedido. Maxine había escuchado todo lo que Elliana dijo. Cuando Elliana terminó de hablar, ella finalmente llegó hasta ellos.
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«Nunca has perdido tu agudeza, Elliana», comentó Maxine, con un tono que transmitía un sincero y poco habitual agradecimiento.
Su vestido negro rasgado estaba empapado de sangre. Su rostro era un desastre de cortes profundos y sangrantes, y un lento chorro de color rojo oscuro brotaba de su boca. Hablaba con voz débil y temblaba en el aire nocturno, como si fuera a caer en cualquier momento. Era obvio que sus heridas eran extremadamente graves.
Con su ojo de cirujana, Elliana observó el leve subir y bajar del pecho de Maxine y supo al instante que la mujer no duraría mucho más. Sus órganos internos debían de estar destrozados y sangrando. Una persona normal habría muerto en el acto, y mucho menos habría encontrado fuerzas para caminar hasta allí.
Elliana no tenía ningún plan para tratar a Maxine, y aunque lo tuviera, no habría servido de nada. Un médico no es un milagroso, y no todas las personas pueden salvarse del abismo.
Como conocedora del Código Médico, Maxine sabía mejor que nadie que sus heridas eran mortales.
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