Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 121
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Capítulo 121:
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Elliana había logrado calmar a Eloisa y, por un momento, pareció que la tormenta había pasado. La familia Evans exhaló aliviada, pensando que por fin podrían resolver las cosas con razón. Pero justo cuando la tensión comenzaba a disminuir, la mirada de Eloisa se clavó en Lance con pura furia, con el cuerpo encogido como un resorte.
Antes de que Eloisa pudiera moverse, Rubén se interpuso. Con una velocidad sorprendente, blandió su bastón y golpeó con fuerza a Lance en la espalda. —¡Niñero arrogante! —espetó—. De rodillas. ¡Ahora!
Eloisa se detuvo, atónita.
Lance no protestó. Sin decir una palabra, se arrodilló, con la vergüenza y el miedo reflejados en su rostro.
Rubén se volvió hacia Eloisa, con voz baja y arrepentida. —He sido demasiado indulgente con este chico. No tiene respeto ni modales. Lo siento, Eloisa. Ha cruzado la línea. Por favor, olvídalo.
Pero Eloisa no dijo nada. Sus labios se apretaron en una línea fina, sus ojos fríos e indescifrables. Por dentro, su furia estaba lejos de calmarse. La disculpa de Rubén era como echar un vaso de agua sobre un fuego ardiente.
Las crueles palabras de Lance no solo habían herido a Eloisa. También habían encendido un fuego en Gatlin y Charles, uno de esos que no se apaga rápidamente.
Un espeso silencio se apoderó de la sala.
Trinity, preocupada por que el lío pudiera sacar a relucir su pasado, cuando se unió a Irene para pronunciar aquellas duras palabras contra Eloisa, se apartó hacia la parte trasera del grupo, tratando de desaparecer de la vista.
Todos se quedaron paralizados, sin saber qué decir. Una palabra equivocada podría volver a enfurecer a Eloisa.
Finalmente, Bertram dio un paso al frente. Como padre de Jeff, no podía seguir callado. Dijo con cautela: —Mi hijo ha causado este lío. Lo que necesites, lo que quieras, yo me haré responsable. Solo tienes que decirlo.
Eloisa soltó una risa amarga y sin humor. —Oh, ¿quieres saber lo que quiero? —Su voz se quebró mientras alcanzaba un cuchillo de fruta que había sobre la mesa. Le temblaba la mano, pero su ira era inquebrantable. «¡Está bien! ¡Aquí está! ¡No quiero tu dinero! ¡Ninguna cantidad lo traerá de vuelta a Barbara! ¡Y seguro que no arreglará las piernas de Charles! Y no te preocupes, tampoco te llevaré a los tribunales. Vosotros sois los dueños de Ublento. ¿Quién podría ganaros en un tribunal?».
La sonrisa de Eloisa se convirtió en algo oscuro y escalofriante. Toda su presencia cambió: fría, inestable y aterradora. —¡Quiero que Jeff pague con su vida lo que le hizo a mi hija! —dijo con voz baja y escalofriante—. ¡Y cualquiera que se interponga en mi camino caerá con él!
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Sin previo aviso, se abalanzó sobre Jeff, con el cuchillo en la mano brillando bajo las luces.
Jeff, paralizado por el miedo en el suelo, gritó presa del pánico: —¡No, no! ¡Que alguien me ayude!
La familia Evans nunca había imaginado que ella fuera a atacar. El pánico se desató mientras se apresuraban a detenerla, pero Eloisa ya estaba fuera de sí, atacando salvajemente a cualquiera que se atreviera a acercarse. La habitación se convirtió en un caos: gritos, jadeos, el ruido de sillas, el ruido sordo de los pies.
Rubén se quedó paralizado, incapaz de llamar a seguridad. Solo exhaló profundamente y negó con la cabeza, abrumado.
Entonces, atravesando la locura, Elliana dio un paso adelante con tranquila determinación. Agarró la muñeca de Eloisa con firmeza. —Por favor, detente. Barbara no se ha ido para siempre.
La habitación se quedó en silencio. Todos parpadearon, sin saber si habían oído bien. Eloisa se quedó paralizada en medio del movimiento, mirando a Elliana como si acabara de hablar en otro idioma. —¿Qué has dicho?
Elliana la miró a los ojos, tranquila y serena. —He dicho que Barbara aún puede salvarse.
El silencio se apoderó de la habitación. Todas las miradas se volvieron hacia Elliana, incluso Jeff, que seguía temblando en el suelo, la miró con incredulidad.
Gatlin se acercó, con voz temblorosa. —¿Qué quieres decir?
Charles se inclinó hacia delante en su silla de ruedas, con voz tranquila pero firme. —Por favor, no juegues con nosotros ni nos des falsas esperanzas. Mi madre apenas puede mantenerse en pie.
Trinity vio la oportunidad de rebajar a Elliana y se apresuró a intervenir.
—Elliana, ni los mejores médicos pudieron salvar a Barbara. Tú no eres cirujana. Lo entiendo, quieres que Cole se fije en ti, pero no difundas mentiras.
Irene, pálida y nerviosa, abrazó con fuerza a Jeff. —¿Qué es esto, Elliana? ¿Estás intentando empeorar las cosas?
—¡Basta! —La voz de Rubén resonó en toda la habitación. Luego se volvió hacia Elliana con mirada firme—. Continúa.
Elliana respiró hondo. —Barbara no ha muerto del todo. Aún hay esperanza: Venacure».
Sus palabras cayeron como una piedra en el agua.
El rostro de Rubén se iluminó. «¿Venacure? Sí, ¡sí! Eso es un milagro. Trajo de vuelta a Cole cuando estaba a punto de morir de niño. Si algo puede salvar a Barbara, es Venacure».
Por primera vez desde que comenzó el caos, la mirada salvaje de Eloisa se suavizó.
Sus ojos brillaban con una frágil esperanza.
Gatlin y Charles intercambiaron una mirada rápida y esperanzada.
Pero, con la misma rapidez, el rostro de Charles se ensombreció. «Pero Venacure desapareció hace más de diez años. Nadie lo ha visto ni ha sabido nada de él desde entonces».
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