Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1209
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Capítulo 1209:
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Tanto Miguel como Maxine eran enemigos. Por lógica, Adah pensó que su equipo debería haberse unido a la lucha. Pero los hombres de Miguel ya se habían lanzado directamente contra las tropas de Maxine, dejando al equipo de Adah momentáneamente atónito, sin saber hacia dónde apuntar sus espadas.
La sonrisa de Elliana se hizo más profunda mientras escribía. «Deja que se destruyan entre ellos. Retira a todos. Esta no es nuestra lucha».
La respuesta de Adah llegó segundos después: una sola palabra que lo decía todo. «Entendido».
Después de enviar el mensaje a Elliana, Adah se volvió hacia su equipo. «Nuevas órdenes de Elliana», dijo con firmeza. «Nos retiramos, esta lucha no es nuestra».
Nadie la cuestionó. En un acuerdo tácito, los miembros de Thorn Rose y Blaze Wildfire comenzaron a retirarse de la base subterránea, y sus pasos se desvanecieron en la distancia. Miguel vio su retirada, pero apenas reaccionó: su atención estaba puesta en las fuerzas de Maxine que avanzaban. En todo caso, sintió un breve alivio al verlos marcharse.
Hasta ese momento, solo sabía que Cole era Blaze Wraith. No tenía ni idea de que la propia Elliana era Death Thorn. Darse cuenta de ello después de irrumpir en el lugar le hizo brotar un sudor frío en las sienes. Su valoración de la situación coincidía perfectamente con la de Maxine. ¿Enfrentarse solo a Blaze Wildfire? Era manejable. ¿A Thorn Rose por sí sola? Seguía estando bajo su control. Pero las dos juntas, unidas bajo el mando de Elliana, era otra cosa muy distinta. Esa perspectiva le heló la sangre.
Nunca había imaginado que Elliana fuera tan formidable. Que la legendaria Death Thorn no fuera otra que ella… eso destrozaba todas las suposiciones que había hecho. Había calculado mal, y muy mal. El miedo se apoderó de él, pero estaba mezclado con fascinación.
Cuanto más comprendía su poder, más la deseaba, no solo como aliada, sino como algo que reclamar. Con Elliana a su lado, sus grandes ambiciones ya no serían sueños lejanos, sino realidades inminentes.
Sin embargo, ese anhelo venía acompañado de inquietud, una sensación opresiva y retorcida en el pecho que le recordaba demasiado a cómo Rita le había hecho sentir una vez: inquieto, desesperado, consumido. Sabía que Elliana no era alguien a quien pudiera manipular fácilmente. Era astuta, peligrosa, impredecible. Desearla era como intentar domesticar a un animal salvaje: cada interacción conllevaba el riesgo de sufrir graves lesiones, pero el sabor de la lealtad absoluta era demasiado irresistible como para renunciar a él. Y Miguel, imprudente como siempre, ya estaba enganchado.
Miguel había visto a Elliana con sus propios ojos cuando entró en la base subterránea, así que ¿por qué había desaparecido ahora? Ya nada tenía sentido. Pero era demasiado tarde para dudar. Ya se había lanzado a la aventura y no había vuelta atrás. El único camino que le quedaba a Miguel era seguir adelante: derrotar a Maxine, costara lo que costara. Sin embargo, incluso mientras luchaba, un pensamiento sombrío se apoderó de él. Si él y Maxine acababan gravemente heridos, ¿no se convertirían en presas perfectas para Elliana y Cole? La ironía le dolía profundamente. Había planeado beneficiarse de su caída, pero ahora era él quien había caído en su trampa. El botín que había buscado estaba cayendo directamente en las manos de Elliana y Cole.
Aun así, la retirada ya no era una opción. Victoria o muerte: el destino decidiría cuál le esperaba.
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Años atrás, Miguel había construido la Alianza Evernight desde cero, controlando cada hilo del poder con una precisión despiadada. Sin embargo, en un momento de imprudencia, todo se le había escapado de las manos.
Al darse cuenta de ello, la frustración se convirtió en arrepentimiento. Apretó la mandíbula. Cada segundo que pasaba le carcomía como una herida abierta.
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