Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1203
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1203:
🍙🍙 🍙 🍙 🍙
Uno de los guardias levantó un mando a distancia y la puerta se abrió con un chirrido ensordecedor.
Elliana y Cole se lanzaron hacia adelante, ansiosos por ver lo que había más allá, pero lo que encontraron les hizo hundirse el corazón como piedras.
La cámara que había más allá contrastaba brutalmente con los pasillos clínicos que acababan de atravesar. Se reveló como una caverna primitiva y derruida, envuelta en una oscuridad casi total. Un viento helado salió a borbotones, impregnado del olor a tierra húmeda y desesperanza, provocándoles escalofríos.
Cole abrió mucho los ojos. Su madre y su abuela estaban atrapadas en ese infierno. La constatación le golpeó como un puñetazo. La angustia se le retorció en el estómago y sus manos, que colgaban impotentes a los lados, se cerraron en puños temblorosos.
«Síganme», ordenó el guardia, con voz desprovista de emoción, mientras cruzaba el umbral en primer lugar. Elliana y Cole avanzaron detrás de él.
Más allá de la puerta de hierro se extendía otro pasillo estrecho. Caminaron durante lo que les pareció una eternidad antes de llegar a la celda de Sophie, con el aire cada vez más gélido y cargado de humedad a cada paso.
Al final del pasillo, el pasadizo se ensanchaba hasta convertirse en una caverna repleta de jaulas de hierro. Dentro de cada una de ellas, había figuras encogidas con la ropa hecha jirones. Algunas habían sido brutalmente golpeadas y yacían inmóviles y en silencio, al borde de la muerte. Otras extendían sus brazos esqueléticos a través de los barrotes, con sus gritos desesperados reducidos a murmullos guturales. Era la mazmorra de la familia Griffiths, una manifestación del mismísimo infierno.
Los ojos de Cole ardían en carmesí, inflamados por la furia y la angustia. La visión de las jaulas desató en él una nueva oleada de sufrimiento, tan intensa que pensó que su corazón se partiría en dos.
Su mirada se movía frenéticamente de una celda a otra, buscando a su madre. Estudiaba cada cuerpo destrozado, atrapado entre la frenética esperanza de descubrirla y el nauseabundo terror de hacerlo.
De repente, el guardia golpeó con el puño los barrotes de una jaula cercana, y el estruendo metálico resonó en toda la caverna. —¡Sophie! —gritó—. Tienes una visita.
Cole se dio la vuelta.
Sigue leyendo en ɴσνєℓα𝓼4ƒα𝓷.ç𝓸𝗺 antes que nadie
En un rincón de la jaula había dos figuras demacradas, con la ropa hecha jirones y el pelo cubierto de mugre y suciedad.
Al oír la voz del guardia, ambas mujeres levantaron gradualmente la cabeza y miraron a Cole con ojos vacíos y desenfocados.
El rostro de una de las mujeres estaba devastado por cicatrices, sus rasgos deformados hasta quedar irreconocibles. Era Sophie.
Sophie nunca había imaginado que encontraría a su hijo en ese lugar. Desde el momento en que los hombres de Maxine la capturaron, había aceptado que nunca volvería a verlo. La única fuerza que la había mantenido aferrada a esa miserable existencia era la imagen de él que conservaba en su memoria.
«Cole…». El nombre salió de su boca como un susurro entrecortado, apenas audible, pero tembloroso por la incredulidad y una inundación de alegría inconcebible.
.
.
.