Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1188
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Capítulo 1188:
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Todo lo que Vivien creía saber se hizo añicos. La amistad que había protegido, defendido y apreciado nunca había existido. Un sonido escapó de su garganta, roto y áspero. Sus piernas se doblaron y se derrumbó, sollozando entre sus manos.
El dolor retorció el pecho de Raylan. Apretó la mandíbula hasta que le dolió, y su voz se volvió peligrosa. —Así que todo desde el principio, tu acercamiento a mí, el compromiso, estaba calculado. ¿Cómo te atreves a tratarme así? ¡Te arrepentirás, Paige! Me aseguraré de ello.
Paige se miró las uñas con indiferencia teatral. —Ahora estoy contratada por el Grupo Evans. Cole respalda personalmente mi carrera. Así que adelante, dime qué piensas hacerme.
Raylan perdió toda su energía al instante. Sus hombros se hundieron. No se enfrentaría a Cole ni aunque su vida dependiera de ello. Nadie lo haría.
Tras un silencio sofocante, se aferró a un último hilo de esperanza. —El secuestro… tú estuviste involucrada. ¿No temes que llame a la policía ahora mismo?
—Pruebas —Paige sonrió, con dureza y desdén—. ¿Y qué pruebas tienes?
Raylan abrió la boca. No le salieron las palabras. Ella tenía razón: no tenía nada.
Elliana había visto suficiente. Salió de las sombras y su voz atravesó los escombros con deliberada calma. —¿Han terminado de discutir?
Solo entonces los tres se percataron de la presencia de Elliana.
Los sollozos de Vivien se le atragantaron en la garganta. Se levantó del suelo con dificultad, con las extremidades pesadas, y se dio cuenta de que no podía mirar a Elliana a los ojos. Había estado hombro con hombro con Paige, acosando a Elliana más veces de las que podía contar. La humillación pública había sido su deporte favorito. Ahora, la propia confesión de Paige resonaba en su cabeza: Elliana le había salvado la vida. Las palabras «gracias» se formaron en su mente, pero murieron en algún lugar entre su cerebro y su boca, estranguladas por un orgullo que no cedía.
Raylan miró fijamente a Elliana, con los pensamientos girando violentamente fuera de control. La última vez que la había visto había sido en el banquete de la familia Evans. En aquel entonces, con aquella peluca afro salvaje y los tatuajes que le cubrían la cara, le había repugnado tanto que se había asegurado de que todos los que estaban a su alcance lo supieran. Se había burlado de ella con saña y la había tratado como si fuera algo que hubiera salido de debajo de una roca.
No había vuelto a ver a Elliana desde entonces, pero los rumores le habían llegado de todos modos. En la Universidad Médica de Ublento, Elliana se había quitado el disfraz y había mostrado su verdadero rostro. Nunca había estado desfigurada ni había sido fea. Era tan impresionante como lo había sido en su infancia, la chica con la que una vez había imaginado pasar el resto de su vida, antes de que todo se viniera abajo.
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Verla ahora, allí de pie, con su belleza al descubierto, le provocó una sensación eléctrica y humillante que le recorrió el pecho. La emoción se entremezcló con la vergüenza hasta que no pudo distinguir una de otra. Abrió la boca y luego la cerró. Las palabras existían en algún lugar, pero no encontraba ninguna que no le supusiera cenizas en la lengua.
Elliana encarnaba la sofisticación tranquila con su gabardina blanca. Su tez estaba desnuda, sin maquillaje, pero su presencia irradiaba elegancia. Paige, por otro lado, parecía inmaculada con capas de cosméticos aplicados por expertos, pero junto a Elliana, su belleza parecía forzada y hueca.
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