Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 117
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Capítulo 117:
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Elliana había estado fascinada por la medicina desde pequeña, siempre observando a Rita preparar nuevos remedios. Rita nunca había reprimido la curiosidad de Elliana, sino que le había transmitido sus vastos conocimientos médicos a su ansiosa hija.
Años atrás, antes de entrar en aquel fatídico incendio, Rita le había confiado a Elliana una memoria USB que contenía toda su innovadora investigación médica. Esto se convirtió en la base de la experiencia médica de Elliana. Rita poseía un genio sin igual, y su destreza médica estaba entre las mejores del mundo.
Con su intelecto, Rita podría haber establecido sin esfuerzo su propio imperio. Sin embargo, decidió casarse con Darin, un hombre corriente, y llevar una vida discreta, permaneciendo a su lado incluso cuando él le fue infiel. Lo soportó todo en silencio.
De niña, Elliana no comprendía las decisiones de su madre. Incluso de adulta, seguía luchando por entender por qué su madre se sometía deliberadamente a tales sacrificios.
Saliendo de su ensimismamiento, Elliana volvió a centrar su atención en la difícil situación de Barbara. Al descubrir el siniestro veneno —Scorpion King— en el organismo de Barbara, y sin tener a su disposición las pastillas de Venacure ese día, había empleado discretamente tratamientos para contener la toxina. Esa intervención debería haber estabilizado a Barbara, no acelerar su fallecimiento. Algo no estaba bien.
—Voy a bajar a investigar —anunció Elliana.
Paulina intentó disuadirla con tono suave. —Señora Evans, abajo hay un gran caos. Debería quedarse aquí y descansar. Encargaré que le lleven el desayuno a su habitación.
Elliana se detuvo, perpleja. —Paulina, anoche asumí las responsabilidades de matriarca de esta casa. Con una crisis como la de hoy, encerrarme arriba con el desayuno me da mala imagen, ¿no?
—Tienes razón —reconoció Paulina con un gesto de asentimiento—. Pero esta situación es compleja. Implica una animadversión de larga data entre las familias Henderson y Evans, además de una muerte. No conoces nuestra historia. Es abrumador, y los Henderson están muy alterados. Me temo que podrías verte envuelta en su ira si las cosas se deterioran. Por favor, no te involucres. El Sr. Ruben Evans lo está tratando abajo con la ayuda de su equipo legal. He llamado al Sr. Cole Evans para que regrese inmediatamente. Por favor, quédese aquí por ahora».
La expresión de Paulina transmitía una preocupación genuina, sus ojos reflejaban inquietud. Realmente se preocupaba por Elliana.
Elliana reconoció las buenas intenciones de Paulina y comprendió que no había malicia detrás de ellas. Sin embargo, ya estaba profundamente envuelta en la situación y no podía simplemente retirarse. —Paulina, puedo encargarme de esto. No te preocupes. —
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Con eso, Elliana bajó las escaleras.
Paulina no insistió más y siguió en silencio a Elliana.
La elaborada escalera de caracol se curvaba con elegancia. Cuando Elliana dobló la esquina, la escena de la sala se desplegó ante ella. Lo que vio la dejó completamente atónita.
La habitación era un zoológico, abarrotada con dos familias enfrentadas.
Un imponente ataúd negro dominaba el centro de la habitación. La fotografía de Barbara descansaba sobre la mesa. La familia Henderson, vestida con sombríosos trajes de funeral, tenía los ojos enrojecidos e hinchados. Habían convertido el salón de la familia Evans en un improvisado memorial.
El ambiente era pesado, casi inquietante.
Eloisa Henderson, la madre de Barbara, agarraba con fuerza el brazo de Jeff y gritaba con voz ronca: «¡Mi hija solo tenía dieciocho años y tú la has asesinado, chico inútil! ¡Hoy lo pagarás con tu vida!».
Eloisa empezó a tirar de Jeff hacia el ataúd.
Irene agarró el otro brazo de Jeff, con la voz igualmente tensa. «¡Soltadlo! ¡No fue intencionado! Jeff nunca quiso hacer daño y ya os hemos compensado generosamente. ¿Qué más queréis?». Jeff, atrapado entre las dos mujeres, temblaba violentamente. Entonces, perdió el control de la vejiga. «¡No! ¡Me niego a acercarme a ese ataúd! ¡Que alguien me ayude!».
Con cada fuerte tirón de Eloisa, los gritos de Jeff se intensificaban, como si lo arrastraran hacia una muerte segura.
Elliana no pudo reprimir una leve sonrisa ante el caos que se estaba produciendo. Jeff, ese joven arrogante que se había comportado como si el mundo fuera demasiado pequeño para él, ahora se encogía de miedo, enfrentado a alguien que exigía venganza.
El alboroto era tan intenso que nadie se dio cuenta de que Elliana observaba desde la escalera.
Rubén se desplomó abatido en el sofá, exhalando repetidamente, mientras el resto de los miembros de la familia Evans permanecían en silencio. Nadie se atrevía a intervenir.
Bertram, el padre de Jeff, parecía perdido, sin saber qué decir.
La familia Evans poseía riqueza e influencia. Normalmente, cualquiera que causara disturbios allí se enfrentaría a rápidas repercusiones. Pero los Henderson no eran cualquiera.
En el pasado, el abuelo de Barbara y Rubén habían compartido un profundo vínculo, y sus familias eran prácticamente una sola.
Mientras Barbara aún vivía, las dos familias podían resolver sus diferencias mediante el diálogo. Pero con su aparente fallecimiento, la familia Evans solo podía intentar apaciguar a los afligidos Henderson. Los prestigiosos abogados de la familia Evans resultaron ineficaces en este conflicto tan personal.
Tras prolongadas discusiones que no dieron lugar a ninguna solución, la frustración de Eloisa alcanzó su punto álgido y redirigió su ira hacia Rubén…
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