Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1163
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Capítulo 1163:
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«¿Quieres pelear conmigo aquí?».
Llevaba mucho tiempo esperando que llegara este día, pero no así, no en este lugar, no esta noche.
Maxine sabía que el lugar distaba mucho de ser perfecto. Aun así, después de años persiguiéndolo, no podía dejar escapar esta oportunidad ahora que sus caminos finalmente se habían cruzado. Si lo dejaba escapar de nuevo entre las sombras de Delta, volver a encontrarlo sería casi imposible.
«Nuestros caminos se han cruzado. ¿Por qué esperar a mañana?», preguntó con calma.
Miguel soltó una risa baja y amarga.
—Te has vuelto loca. Esto es Ublento, no Delta. Si luchamos aquí, esto podría prolongarse toda la noche. Y cuando pare de llover y el…
«Cuando salga el sol, ninguno de los dos conseguirá lo que quiere. Tendremos suerte si conseguimos escapar sin que intervengan las fuerzas del orden».
Maxine bajó la mirada, reconociendo en silencio que él tenía razón. En Delta o Podgend, podía dar rienda suelta a su furia libremente. Pero en Ublento había orden, y el derramamiento de sangre aquí tendría un precio. Solo la lluvia torrencial de esa noche les proporcionaba a Miguel y a ella la cobertura que necesitaban. Una vez que la lluvia cesara y volviera la luz del día, ninguno de los dos podría permitirse quedarse.
Sintiendo su vacilación, Miguel insistió.
«Podemos resolver nuestra disputa en Delta. Si tú no me encuentras, yo te encontraré a ti. No tiene sentido morir aquí por orgullo».
Maxine lo pensó un momento y luego asintió levemente con la cabeza.
«Tienes razón».
Su misión esa noche no era la venganza, sino la recuperación. Había venido a por la hija de Elliana.
En ese preciso instante, el agudo llanto de un recién nacido atravesó la tormenta que azotaba el exterior.
Todos se quedaron paralizados. Las cabezas se giraron hacia la puerta del quirófano. Jason, pálido y tembloroso, se obligó a ponerse de pie con la ayuda de sus hombres. Su cuerpo estaba fallando, pero su corazón dio un salto al oír el sonido. El llanto de un bebé. Pero no había mucho que pudiera hacer para detener a Maxine y Miguel.
Los ojos de Maxine brillaron con repentina certeza. Ese sonido solo podía pertenecer a la primogénita, la heredera que había venido a reclamar. Sin dudarlo, se dirigió a la puerta del quirófano, la abrió y desapareció en el interior.
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Jason intentó seguirla, pero un dolor agudo le atravesó el pecho. La sangre le llenó la boca mientras se desplomaba contra sus hombres, susurrando para sí mismo: «Lo siento, Cole… No he podido proteger a Elliana y a sus bebés».
Dentro, la tensión se alivió por un momento. Paulina y el equipo médico dieron un suspiro de alivio colectivo: el primer bebé estaba a salvo.
Elliana yacía agotada, empapada en sudor, con el cuerpo temblando por el cansancio. Un niño estaba a salvo, pero otro aún esperaba venir al mundo. Tenía que conservar sus fuerzas.
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