Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1162
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Capítulo 1162:
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Solo había una ley para los traidores: la muerte.
Miguel esbozó una fría sonrisa, pero no dijo nada.
«No me importa en qué te has convertido. Tú y Sophie sois traidores. Los Griffith no muestran piedad con aquellos que les dan la espalda. Dejaros vivir sería una vergüenza para nuestro linaje», continuó Maxine, con un tono tan afilado como una espada.
Los ojos de Miguel se endurecieron y se le escapó una risa irónica. Qué hipócrita. Rita también había traicionado a la familia Griffith, pero Maxine nunca la había llamado traidora. Rita siempre había sido la favorita de Maxine.
Esa idea le tocó la fibra sensible. Había amado a Rita durante la mitad de su vida y la había despreciado durante el resto. Ella tenía una forma de encantar a todos los que conocía, una luz que atraía a la gente.
Por fuera, Miguel era frío como el hielo, pero por dentro, sus pensamientos vagaban hacia el amor que nunca había tenido.
Maxine no atacó de inmediato. En cambio, su voz se suavizó hasta convertirse en algo casi curioso.
—Miguel, siempre has odiado que nuestra familia valore más a las mujeres que a los hombres. Pero ¿alguna vez te has preguntado por qué nuestros antepasados establecieron esa norma?
Miguel permaneció en silencio, aunque sus palabras despertaron su curiosidad. Nunca había comprendido por qué la familia Griffiths valoraba a las mujeres y despreciaba a los hombres.
«La familia Griffiths pasó de ser una casa real gloriosa a prisioneros a la espera de la ejecución, todo porque uno de los nuestros se volvió contra nosotros…». La voz de Maxine era fría cuando comenzó a relatar la antigua tragedia que destruyó la dinastía Griffiths hace mil años.
En los últimos días del reinado de los Griffiths, el reino estaba plagado de corrupción y disturbios, pero aún no era imposible salvarlo. Con el liderazgo adecuado, podría haber resistido.
Pero entonces el traidor agitó las aguas: un príncipe de su propia sangre que vendió a su pueblo a sus enemigos, destrozando la dinastía desde dentro y condenándola a la ruina.
Si no hubiera sido por una única princesa exiliada que logró escapar antes de la caída, el linaje de los Griffith habría desaparecido por completo.
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Fue esa misma princesa quien más tarde reconstruyó la familia de entre las cenizas. Marcada por la traición, juró que ningún hombre de la sangre de Griffith volvería a ostentar el verdadero poder.
Como matriarca, forjó dos leyes que nunca se romperían. La primera: los traidores debían morir, sin importar lo lejos que huyeran. La segunda: los hombres de la estirpe Griffith servirían para siempre a las mujeres que los gobernaban. Crueles e inflexibles, estos decretos se convirtieron en la columna vertebral de todas las generaciones posteriores.
Ahora, Maxine empuñaba esas antiguas leyes como una espada, y esa noche, esa espada estaba destinada a Miguel.
Cuando terminó su relato, Maxine exhaló suavemente.
—Miguel, tus últimas palabras —dijo con tono seco y definitivo.
El significado era claro. Tenía la intención de acabar con esto, aquí y ahora.
Miguel frunció el ceño.
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