Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1160
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Capítulo 1160:
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¿Un último deseo? La idea era tan absurda que Miguel se rió entre dientes, con desdén.
«¿Aún me ves como ese niño indefenso? Mira quién soy ahora».
Sus ojos se endurecieron en un instante.
«Una familia cruel como los Griffith debería haber sido destruida hace mucho tiempo, y yo seré quien lo haga. Morirás a mis manos, Maxine. Por cortesía, te concederé un último deseo. Que te lo conceda o no dependerá de mi estado de ánimo».
Mientras hablaba, el aire se volvió gélido y violento. Los hombres detrás de él adoptaron posturas hostiles, con rostros tan inexpresivos como cuchillos.
La tensión se intensificó hasta tal punto que incluso la enfermera, que había regresado tras ir a buscar más suministros, temblaba mientras se abría paso entre la multitud. Abrió de un tirón la puerta del quirófano y entró apresuradamente.
Una vez cerrada la puerta, la enfermera balbuceó al cirujano jefe:
«Están peleando ahí fuera… son muchos. ¡He visto a Jason, está en el suelo, cubierto de sangre!».
Los ojos del médico se posaron en Paulina; un sudor frío le brotó de la frente.
Paulina no se inmutó.
«Ya he dicho antes que la familia Evans se encargará de lo que haya fuera. Esto no es asunto vuestro. Haced vuestro trabajo», dijo, firme como una roca en medio del pánico creciente.
El personal médico se quedó en silencio. Inclinaron la cabeza y volvieron a sus tareas.
Después de calmar al equipo, Paulina se volvió hacia Elliana, que apretaba los dientes por otra contracción.
Paulina parecía serena, aunque bajo su calma se agitaba el pánico. Jason estaba herido. Los enemigos podían irrumpir en cualquier momento. ¿Qué podía hacer?
Elliana había oído a la enfermera. La imagen mental de Jason tendido en un charco de sangre le atravesó el corazón. Jason era el tipo de hombre que nunca abandonaría su puesto a menos que realmente no pudiera aguantar más. Ese pensamiento le dolió profundamente. La preocupación la invadió, pero no podía permitirse el lujo de dejarla aflorar. Sus bebés eran lo primero. No permitiría que el caos del exterior provocara una crisis en el interior.
Obligó a su respiración a ralentizarse y concentró todos sus sentidos en su vientre.
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Otra oleada de dolor la golpeó. Empujó con todas sus fuerzas.
Fuera del quirófano, Maxine no apartaba la mirada de Miguel.
—Así que tú eres el líder de la Alianza Evernight, ¿verdad? —preguntó ella.
En Delta, solo ese nombre hacía temblar a la gente.
La Alianza Evernight no era una entidad única, sino una vasta red de innumerables facciones, grandes y pequeñas, unidas bajo un mismo nombre.
Cada una de estas facciones, por sí sola, era una tormenta a la que nadie deseaba enfrentarse. En el pasado, habían sido enemigos acérrimos, enzarzados en disputas interminables, cada uno demasiado orgulloso para doblegarse ante el otro. El caos había reinado en su mundo.
Entonces apareció Miguel. Los derrotó uno por uno, aplastando a todos sus rivales hasta que todos se rindieron bajo su estandarte. Con su voluntad y su poder, los forjó en una fuerza imparable, con él mismo como su gobernante absoluto.
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