Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1158
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Capítulo 1158:
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Jason no respondió. Apretó los dientes, se obligó a levantarse y se limpió la sangre de la boca. Sus fríos ojos se clavaron en Miguel. El mensaje era claro: aún no había terminado.
Miguel frunció el ceño.
«¿Todavía quieres pelear? Otro golpe como ese y eres hombre muerto».
Jason soltó una risa amarga.
—Ya te lo he dicho: si quieres esa puerta, tendrás que pasar por encima de mí.
Miguel miró a Jason, casi incrédulo. Aquel hombre estaba loco. Echó un vistazo a la puerta del quirófano y luego volvió a mirar a Jason.
—Elliana pertenece a Cole, no a ti. ¿De verdad vale la pena morir por ella?
«Déjate de tonterías», espetó Jason.
Miguel ladeó la cabeza y soltó una risita.
—No me digas que te has enamorado de ella.
Las palabras golpearon a Jason como una bofetada. Se le encogió el corazón. Sus sentimientos por Elliana eran solo suya responsabilidad, algo que había enterrado en lo más profundo de su ser y que nunca admitiría, y mucho menos ante este hombre.
Impulsado por la rabia, Jason se abalanzó hacia delante, ignorando el dolor que le desgarraba el cuerpo. Pero sus fuerzas le habían abandonado. Había perdido velocidad. Su embestida fue desesperada, temeraria.
Miguel ni siquiera se movió. Esperó con calma y, cuando Jason estuvo a su alcance, volvió a golpearle, otra patada despiadada, justo donde le había golpeado antes.
El cuerpo de Jason se elevó y volvió a estrellarse contra el suelo.
La sangre brotó de su boca, manchando el suelo debajo de él. Intentó levantarse, pero su cuerpo no respondió. Después de varios intentos fallidos, se derrumbó, inmóvil.
Miguel se sacudió el polvo del abrigo como si nada hubiera pasado y se dirigió hacia el quirófano. Apenas había tocado el frío pomo metálico de la puerta cuando una voz resonó en el pasillo.
—Miguel. Cuánto tiempo sin verte.
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El sonido lo paralizó en el acto. Lentamente, soltó el pomo y se dio la vuelta.
Todo el pasillo se quedó en silencio.
Incluso Jason, destrozado y sangrando, levantó la cabeza.
Una mujer se acercaba a ellos con pasos tranquilos y elegantes. Su largo vestido negro rozaba el suelo y un velo oscuro le ocultaba el rostro, ocultando su edad y sus rasgos. Su voz era suave y melodiosa, demasiado joven para lo que Miguel sabía que era cierto. Porque esta mujer no era una desconocida. Tenía casi ochenta años. Era Maxine. Había llegado.
Miguel había hecho todo lo posible por evitar a Maxine, pero el destino tenía otros planes. Su corazón era una tormenta de pavor y repugnancia. El miedo se había grabado en sus huesos por culpa de ella, y el odio había ardido allí desde que Rita huyó.
Había vivido bajo la sombra de Maxine, su crueldad, su poder. El miedo había sido su amo, pero el tiempo lo había convertido en veneno. Durante años había soñado con matarla, con quedarse con la familia Griffiths para él solo. Ahora, al volver a verla, el odio brotó como fuego, pero el viejo miedo aún susurraba en sus venas.
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