Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1157
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Capítulo 1157:
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Elliana tenía los ojos cerrados y una expresión tensa mientras escuchaba el caos del exterior. Luego los abrió, tranquila pero firme.
«Hay alguien ahí fuera… Su fuerza es de otro nivel. Jason no podrá contenerlo por mucho tiempo. Pronto lo atravesará».
Paulina sintió que se le encogía el corazón. Cole le había confiado la seguridad de Elliana. Fallar ahora sería imperdonable.
«Sé quién es», dijo Elliana con suavidad, sintiendo su miedo. «Es Miguel. Me quiere viva, no muerta. Eso nos da tiempo».
Sus ojos se endurecieron. —No pierdas la concentración. Una vez que nazcan los bebés, cógelos y escapa por la parte de atrás.
—Pero… —Paulina dudó, frunciendo el ceño.
Aunque Miguel solo quisiera capturar a Elliana, eso no mejoraba la situación. Su tarea no era solo sobrevivir, sino llevar a Elliana sana y salva hasta Cole. Y dejar que Elliana cayera en manos de Miguel nunca había formado parte del plan.
Elliana comprendió de inmediato las preocupaciones de Paulina. Le tomó la mano con un gesto suave pero firme, en una súplica silenciosa.
«Esto es todo lo que podemos hacer por ahora. Solo prométeme una cosa. Pase lo que pase, asegúrate de que mis bebés lleguen sanos y salvos a Cole».
Los ojos de Paulina se llenaron de lágrimas y su voz tembló cuando respondió:
—Te doy mi palabra. Los protegeré con mi vida.
Una leve sonrisa de agradecimiento se dibujó en los labios de Elliana. Pero antes de que pudiera decir otra palabra, un dolor agudo le atravesó el vientre, dejándola sin aliento. Las contracciones eran cada vez más fuertes y rápidas. Había llegado el momento.
El equipo médico se puso en marcha al instante.
Mientras tanto, fuera del quirófano, reinaba el caos.
Jason demostró ser un oponente mucho más duro que Matthew. Miguel pronto se dio cuenta de que esta pelea no terminaría fácilmente.
Jason y Miguel se enfrentaron una y otra vez, y sus golpes resonaban en el pasillo como truenos. Cada golpe era feroz, cada movimiento calculado. Ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder.
Pero la marea estaba cambiando. Jason comenzaba a flaquear.
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Miguel, aunque era décadas mayor, se movía con la velocidad y la precisión de un hombre que tenía la mitad de su edad. Sus años de entrenamiento lo habían convertido en un arma viviente. Su cuerpo estaba entrenado, sus instintos eran muy agudos.
Jason perdió el ritmo. Sus puñetazos se ralentizaron. Y entonces, en una fracción de segundo, bajó la guardia. Miguel aprovechó la oportunidad y le propinó una poderosa patada en el pecho.
El impacto fue brutal. Jason salió volando y cayó de espaldas, estrellándose contra el suelo. La sangre brotó de sus labios. Aunque era más resistente que Matthew, el golpe le había aplastado las costillas y le había dejado sin aliento.
«Sr. Evans, ¿está bien?», gritaron sus hombres, corriendo a su lado.
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