Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1156
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Capítulo 1156:
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Jason soltó una risa aguda e incrédula. La idea de que este hombre se considerara parte de la familia era absurda. ¿Qué tipo de familia retorcida se imaginaba Miguel? Era completamente ridículo.
«Ahórrate ese discurso sobre el parentesco. La familia Evans no comparte lazos sanguíneos con monstruos», replicó Jason.
—¡Tú!
La expresión de Miguel se retorció de furia. Desde que traicionó a la familia Griffiths y construyó su propio imperio, nadie se había atrevido a insultarlo en su cara. Sin embargo, ahí estaba Jason, pisoteando su orgullo.
Apretando los dientes, Miguel esbozó una sonrisa burlona.
«No te creas tan importante solo porque te haya elogiado. Tienes fuerza, lo admito. Pero contra mí, tu destino está sellado».
Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios.
«Incluso Seth tuvo que admitir su derrota ante mí. Si no quieres morir joven, apártate».
Los ojos de Jason se oscurecieron mientras pensaba. Era el protegido de Seth, el sucesor de Moonveil, la organización que Seth había construido desde cero, pero no sabía casi nada sobre el pasado de su mentor. Al igual que Donovan, el fundador de Star Society, Seth siempre había sido un misterio.
Pero las palabras de Miguel insinuaban algo más profundo, algo que vinculaba a Seth y Donovan con Delta… tal vez incluso con la familia Griffiths.
Aun así, no era el momento de desentrañar el pasado de Seth. En ese momento, había que impedir que Miguel entrara en el quirófano.
La voz de Jason era fría y cortante.
«No se puede razonar con una bestia. Solo sabes atacar. Pero veamos si realmente puedes morder».
Llamar «bestia» a Miguel no fue casualidad, era para herirle. La ira de Miguel estalló. Su pecho subía y bajaba bruscamente, su rostro era una tormenta de furia.
—Bien. Has tomado tu decisión. ¡Me aseguraré de que te arrepientas… en el infierno! —siseó.
Miguel se abalanzó sobre Jason, con los ojos brillantes como cuchillas y su presencia empapada de intención asesina.
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Jason se mantuvo firme. En el momento en que Miguel se abalanzó, el aire explotó entre ellos. Los puños chocaron, los pies golpearon, el pasillo se convirtió en un borrón de movimientos violentos.
En cuestión de segundos, sus hombres se unieron a la pelea y se desató el caos. Los sonidos de los golpes, los gemidos y el cristal roto llenaron el pasillo, resonando a través de las puertas del quirófano.
Dentro, el personal médico se quedó paralizado por el miedo.
«¡Mantengan la calma!», gritó Paulina con voz aguda, rompiendo el pánico. «¡Concéntrense en su trabajo! La familia Evans se encargará de esto».
El peso de ese nombre tranquilizó al personal médico. Tranquilizados, respiraron hondo y volvieron a sus tareas.
Paulina se apresuró a acercarse a Elliana. «¿Qué hacemos?», le preguntó en un susurro.
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