Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1144
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Capítulo 1144:
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Milton se recompuso. «De acuerdo. Se lo diré a papá. Iremos a ver a Carlos».
Elliana asintió. «Lleva muchos refuerzos. Carlos y los suyos son astutos. Ten cuidado».
Le entregó a Milton el Códice Médico.
Milton lo cogió y respondió a Carlos. «De acuerdo. Mi padre y yo estaremos allí. Envíanos la hora y el lugar».
Carlos no perdió ni un segundo. La ubicación y la hora de la reunión llegaron casi de inmediato.
Cuando Elliana vio el lugar que Carlos había enviado, un escalofrío le recorrió la espalda y su corazón dio un vuelco. Había elegido el desfiladero de Skythread.
El lugar se encontraba a unos cien kilómetros al oeste de Ublento. Solo su nombre ya tenía una reputación siniestra. Esculpido entre acantilados de piedra caliza tan cercanos entre sí que casi se tocaban, el desfiladero de Skythread solo dejaba una franja de cielo por encima, un estrecho hilo azul entre las imponentes paredes de roca.
La sola idea de ese lugar mortal, confinado y opresivo era suficiente para hacerla sentir asfixiada. Elegir un lugar así lo decía todo. Carlos, y quienquiera que estuviera detrás de él, no tenía planes de mantener una conversación pacífica. El miedo se apoderó de ella y se le secó la garganta cuando se volvió hacia Milton.
Milton comprendió sus preocupaciones sin necesidad de palabras. Le puso una mano firme en el hombro y le dijo en voz baja: «Sé que parece una trampa. Pero sea lo que sea lo que estén tramando, estaré preparado. Confía en mí».
Su tranquila confianza la tranquilizó, aunque solo fuera un poco. Milton no solo era inteligente, sino también perspicaz, astuto y valiente. Si alguien podía manejar el peligro, era él. Aun así, la preocupación se coló en su voz. —Solo… por favor, ten cuidado.
Antes de que él pudiera responder, su teléfono volvió a vibrar. Apareció un nuevo mensaje de Carlos. «Milton, recuerda: solo tú y tu padre. Si veo a alguien más, nunca volverás a saber nada de Rita».
Milton frunció el ceño. Escribió una sola palabra: «De acuerdo».
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Luego se levantó y se volvió hacia Elliana. «Tengo que irme. Concéntrate en descansar. No pienses demasiado en ello. Con un poco de suerte, volveré antes de que nazcan los bebés».
Pero ¿cómo podía descansar Elliana? El desfiladero de Skythread era una trampa mortal y Carlos había prohibido el refuerzo. El miedo se le retorcía en las entrañas. Tanto ella como Milton sabían que era una trampa. Sin embargo, por el bien de Rita, Milton y Arthur no tenían más remedio que caer directamente en ella. La voz de Elliana temblaba mientras miraba a Milton. «Os esperaré a los dos. No voy a tener estos bebés hasta que volváis. Quiero que estén todos aquí cuando nazcan».
No solo se refería a su padre y a su hermano, sino también a Cole. Necesitaba creer que todos volverían sanos y salvos. Necesitaba que vieran nacer a sus bebés. Milton sonrió levemente, le apartó un mechón de pelo de la cara y se marchó.
Una vez que se hubo ido, su teléfono se convirtió en su salvavidas. Lo sostenía cerca o miraba fijamente la pantalla, temerosa de parpadear, temerosa de perder una llamada. Su amado. Su padre. Su hermano. El silencio de su ausencia pesaba como una piedra en su corazón.
Pasaron tres días sin una sola palabra. Ni un mensaje de Cole. Ni de Milton ni de Arthur. Incluso Carlos se había quedado en silencio.
El silencio era sofocante, espeso como la niebla, pesado como el plomo. Podía sentir que algo oscuro se estaba gestando, pero el mundo permanecía inquietantemente quieto.
Al tercer atardecer, ya no pudo soportarlo más. Llamó a Adah a su habitación del hospital. «Necesito que vayas a Delta. Reúne a las élites de Thorn Rose y dirígete a Serpent Fang. Tengo que saber si Cole está a salvo», dijo con firmeza.
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