Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1090
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1090:
🍙🍙 🍙 🍙 🍙
«¡Taylor!», gritó Cole, y su voz rebotó en las paredes del cañón.
Solo le respondieron los ecos.
Elliana, cuyo embarazo le hacía perder segundos cruciales, llegó al borde justo después de Cole. Se quedó junto a él, mirando al vacío infinito, con el corazón retorcido por un dolor insoportable.
Nunca había imaginado que Michael pudiera ser tan despiadado. Su oferta de intercambiar la vida de Cole por la de Taylor no había sido más que una salvaje puesta en escena. Siempre había planeado que todos perecieran en ese acantilado esa noche.
Cole miró hacia el infinito vacío negro que se extendía debajo, con los ojos enloquecidos por la rabia y el dolor. Sus manos arañaban desesperadamente el borde rocoso, con el pecho oprimido por un dolor tan agudo que sentía como si su corazón fuera a dejar de latir. Había fallado en su deber más sagrado como cabeza de la familia Evans. Se suponía que debía proteger a los miembros de la familia, pero en cambio, se había visto obligado a observar impotente cómo Taylor caía en picado desde el acantilado como si fuera basura desechada. La caída era un cementerio. Nadie podía sobrevivir a esa caída.
—¡Michael! —gruñó Cole entre dientes, con la mirada ardiente fija en la pantalla del teléfono—. ¡Juro por mi vida que todos y cada uno de vosotros, cabrones, pagaréis por esto!
Sin previo aviso, Cole entró en acción. Se abalanzó directamente sobre el hombre de la cara marcada por cicatrices.
Cole se movió con una velocidad letal. Aunque el hombre con la cara llena de cicatrices se había estado preparando para la pelea, no pudo reaccionar a tiempo antes de que Cole le agarrara con fuerza por el cuello.
El sonido de huesos rotos resonó en lo alto del acantilado como un disparo. El hombre con la cara llena de cicatrices no tuvo oportunidad de gritar. Su cuello se retorció con un crujido húmedo y Cole lo soltó sin emoción, viendo cómo su cuerpo sin vida caía al suelo.
Todo el ataque duró solo unos segundos. Ninguna de las figuras vestidas de negro esperaba que su líder, un asesino experimentado que podía defenderse de casi cualquiera, fuera destruido con tanta facilidad. El hombre con la cara marcada por una cicatriz era su luchador más fuerte, al que todos admiraban, pero en manos de Cole había sido tan indefenso como un niño.
Disponible ya en ɴσνє𝓁α𝓼4ƒα𝓷.c♡𝓂 en cada capítulo
Las figuras vestidas de negro que quedaban retrocedieron aterrorizadas. Ninguno de ellos había imaginado que Cole poseyera una habilidad tan letal.
Lejos del acantilado, Miguel observaba todo lo que sucedía a través de la cámara, y su copa de vino explotó en su puño apretado. Siempre había sabido que Cole era un genio de los negocios que destacaba en todo lo que tocaba, pero nunca había imaginado que sus habilidades de combate fueran tan devastadoras. El hombre con la cara llena de cicatrices había sido uno de sus asesinos entrenados personalmente, pero Cole lo había eliminado como si fuera una mosca.
Miguel sabía que sin el hombre de la cara marcada, el resto de los hombres eran solo corderos para el matadero. Si Cole lograba capturarlos e interrogarlos, y ellos cedían bajo presión y revelaban sus secretos, las consecuencias lo destruirían todo.
Los ojos de Miguel se volvieron de hielo. Ladró una orden severa por el teléfono. «¡Todos vosotros, saltad ahora! ¡Y no dejéis nada atrás!».
Cole se preparaba para acabar con las figuras vestidas de negro que quedaban, una por una, pero antes de que pudiera volver a atacar, todos perdieron la cabeza y comenzaron a lanzarse por el acantilado. Se llevaron todo consigo al caer: el cadáver del hombre con la cara llena de cicatrices, el teléfono que lo había estado grabando todo e incluso el helicóptero que esperaba cerca.
.
.
.