Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 103
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Capítulo 103:
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«¡No he aceptado nada todavía!», espetó Elliana, con voz llena de exasperación. Claro, Cole había lanzado la idea de «ir despacio», pero ella no había aceptado nada. Y aun así, él la había besado, mientras ella se había dejado llevar. Ahora que lo pensaba, aquel beso largo y posesivo había cruzado demasiadas líneas.
Con una sonrisa que denotaba confianza, Cole se echó hacia atrás. —Cariño, siempre puedes decir que sí ahora.
Elliana sintió que le ardían las mejillas bajo la sonrisa de satisfacción de Cole. Parecía un hombre que daba por ganado el juego. Esa actitud arrogante le resultaba irritante.
«¡Aunque lo intentemos, todavía estamos averiguando cómo son las cosas!», replicó Elliana. «¿Quién te ha dado permiso para tratarme como si ya fuera tuya con todos esos besos y abrazos?».
«
La mirada ardiente y el tono indignado de Elliana solo hicieron que la sonrisa de Cole se ampliara aún más; estaba claro que él también estaba disfrutando demasiado.
Acercándose a ella, Cole la besó de nuevo, con audacia y sin ceder. «¿Cómo esperas que construyamos algo si ni siquiera puedo tocarte?», le susurró contra los labios.
Elliana lanzó palabras como si fueran obstáculos, pero él las arrolló con un beso tras otro. La besó como si fuera algo normal en la rutina matutina.
—Necesito un minuto —dijo ella, con la respiración entrecortada.
Con más fuerza que delicadeza, Elliana se apartó de su abrazo. No estaba fingiendo: realmente necesitaba tiempo para aclarar sus ideas. Cole lo tenía todo: dinero, atractivo y ese encanto que le hacía latir el corazón con fuerza. Si daba el paso, no habría vuelta atrás. Se enamoraría rápida y profundamente. ¿Aceptar esto con él? Era como entregarle las llaves de su corazón, sin plan B. Ese tipo de rendición la asustaba. Era una apuesta sin garantías. Necesitaba estar segura de que podría manejar la tormenta emocional que traía consigo alguien como Cole.
En el momento en que su calor abandonó los brazos de él, algo en Cole se estremeció. Instintivamente, extendió la mano para atraerla de nuevo hacia sí.
—Para, no lo hagas. Justo cuando se movió, la mano de Elliana se extendió, deteniéndolo en un instante.
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Los dedos de Cole se tensaron en el aire antes de caer, renuentes pero obedientes. Con la frustración bullendo bajo la superficie, se encontró con la mirada de ella. —¿Cuánto tiempo tengo que esperar?», preguntó, más bajo que antes.
Elliana se detuvo a pensar un momento. «Ni idea. Quizá un día, tres días, seis meses, un año…».
O quizá toda la vida, aunque decidió no decirlo en voz alta. La mayoría de las mujeres ya se habrían rendido ante alguien como Cole, que prácticamente rezumaba carisma y dominio.
Normalmente, Elliana se enorgullecía de tomar decisiones audaces sin dudar. ¿Pero ahora? Estaba completamente paralizada. Marcharse le destrozaría, y la idea de él con otra mujer le revolvía el estómago. ¿Pero lanzarse de cabeza? Eso podría costarle todo. Por ahora, el tiempo era su única red de seguridad. No iba a forzar las cosas. La respuesta llegaría cuando estuviera lista.
—¿Estás jugando conmigo? —preguntó Cole con voz aguda, los ojos oscureciéndose como una tormenta que se avecina. No era solo irritación, era furia real y silenciosa.
La forma en que la miraba le provocó un escalofrío que le recorrió la espalda. —No estoy jugando contigo —dijo rápidamente—. Estoy siendo sincera.
En un abrir y cerrar de ojos, él extendió el brazo y la atrajo hacia él como si no pesara nada.
Apretada contra él, podía sentir su rabia palpitando bajo la piel. Sus brazos la rodeaban como bandas de hierro, negándose a soltarla.
Los ojos de Cole se clavaron en los de ella, oscuros, pesados, infinitos. Como si pudieran arrastrarla hacia abajo si los miraba demasiado tiempo.
Algo se revolvió en su estómago. Se movió entre sus brazos, tratando de liberarse del calor creciente entre ellos.
—¡Quédate quieta! —Cole la sujetó con más fuerza y su tono se volvió frío—. Un movimiento más y no me haré responsable de lo que pase.
Elliana se quedó completamente inmóvil, temerosa de que el más mínimo movimiento pudiera enfurecerlo. Hacía unos instantes, había sido todo ternura y encanto. Ahora irradiaba puro dominio, como una tormenta que había estallado sin previo aviso.
Los ojos de Cole permanecieron fijos en los de ella, agudos e inmóviles, hasta que su piel se erizó por el peso de la mirada.
Una parte de ella estaba desconcertada, pero ¿el resto? Furiosa. —¿A qué viene este enfoque tan agresivo? ¿Así es como conquistas a las mujeres?
—¿Y si lo es? —replicó Cole sin pensarlo dos veces.
Elliana no tenía nada que responder. Cuando alguien como Cole se lanzaba al ataque, convencido de tener la razón, resistirse era como intentar detener un tren de mercancías. La intensidad de su mirada le hizo quebrarse ligeramente la voz. —¡Estás siendo injusto conmigo!
Lo que la desconcertó fue el destello de dolor auténtico en sus ojos. —Dime qué te falta. He hecho todo lo que he podido. Y aun así, dudas. ¿Por qué? ¿Qué hay que pensar?».
Esa expresión malhumorada de él casi la rompió; tuvo que morderse el interior de la mejilla para evitar que se le escapara una sonrisa. Aun así, mantuvo oculta su diversión, sin querer provocar otro estallido emocional.
Elliana respiró hondo y decidió calmar la tensión. «No es porque haya algo malo en ti. Es todo lo contrario. Eres más de lo que esperaba. Y algo tan bueno merece una reflexión seria, no solo un impulso».
Su sinceridad no lo tranquilizó, sino que desencadenó algo completamente diferente. Su lógica no tenía sentido para él. Si algo le parecía bien, ¿por qué no lo aprovechaba y se aferraba a ello? Para él, no era vacilación, sino que lo estaba engañando sin tomarlo en serio, así de simple. Sin previo aviso, la puerta del coche se abrió de par en par. Lo siguiente que supo es que Cole la había echado como si hubiera terminado de jugar a ser amable.
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