Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1013
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Capítulo 1013:
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Pero nadie le prestó atención. El sonido quedó ahogado por el caos implacable.
Cuando las últimas posesiones de Eva tocaron el suelo, una excavadora apareció rugiendo. El motor gruñó. La máquina bajó su pala y barrió sus cosas —joyas, ropa, recuerdos— tratándolas como si fueran desechos sin valor antes de tirarlas todas en la parte trasera de un camión que esperaba.
Eva solo pudo observar en silencio cómo el camión se alejaba, llevándose consigo los últimos restos de su pasado.
Wanda apenas podía creer lo que estaba viendo.
Con todas las pertenencias de Eva desaparecidas, un frío temor se apoderó del estómago de Wanda. Si Eva estaba siendo expulsada, sabía que su propio destino estaba sellado.
Wanda sintió una punzada de miedo justo antes de que su dormitorio se sumiera en el caos. El estruendo de la madera al romperse y los cristales al romperse le revolvió el estómago. Poco después, sus pertenencias corrieron la misma suerte que las de Eva, arrojadas por la ventana una a una.
No se salvó nada. Unos desconocidos rebuscaron entre sus pertenencias y tiraron todo lo que le importaba, despojándola de su privacidad con una indiferencia despiadada. A diferencia de Eva, Wanda se guardó su agonía. Se negó a dar a nadie la satisfacción de verla llorar, así que se mantuvo rígida, con la mandíbula apretada hasta que le dolió. Cuando las últimas pertenencias de Eva y Wanda…
«Llevas demasiado tiempo aprovechándote de mi familia. Es hora de que te vayas», dijo Elliana con voz fría y cortante. Los miró con aire de suficiencia, como si acabara de ganar una guerra.
—Por favor, no me hagas esto. No me iré. Haré lo que quieras, solo déjame quedarme —suplicó Eva con voz temblorosa.
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La desesperación la abrumaba. El orgullo ya no importaba; si arrastrarse le permitía quedarse, eso era lo que haría. Vivir en la desgracia era mejor que ser expulsada como una vagabunda. Permanecer en esta casa significaba que aún podía afirmar ser la esposa de Arthur, al menos ante el mundo exterior. Ser expulsada de esta manera la convertiría en un chiste, una mancha en la familia Evans a la vista de todo el mundo.
Pero Elliana miró directamente a Eva. No había emoción alguna en sus ojos. Sin responder, movió la muñeca y los guardaespaldas se acercaron.
Con brutal eficacia, los guardaespaldas agarraron a Eva y a Wanda y las arrastraron fuera, tirándolas al césped como si no pesaran nada. Los pedazos destrozados de sus vidas cubrían el césped.
Desde arriba, los sonidos cambiaron. Ya no eran solo ropa y muebles, ahora era el estallido de paneles de yeso, el golpe sordo de vigas de madera, el estruendo de ventanas arrancadas de sus marcos.
Cada rincón de la casa que una vez había pertenecido a Eva y Wanda quedó destrozado. La escalera desapareció. Las ventanas desaparecieron. La sala de estar quedó reducida a los huesos, cada recuerdo borrado y arrojado al montón de afuera.
El jardín, antes tranquilo, fue destruido sin piedad. Las piedras fueron arrancadas, las flores arrancadas de la tierra, todo rastro de su presencia borrado. Cada detalle de la demolición había sido orquestado por Elliana, que ordenó que nada relacionado con Eva o Wanda sobreviviera.
De pie entre los escombros, Eva y Wanda apenas podían respirar. Ninguna de las dos había imaginado que la humillación pudiera ser tan profunda y tan completa. No se permitió que quedara ni un solo rastro de sus vidas en Harmony Estate. Era como si todos los recuerdos y huellas hubieran sido borrados, sin dejar nada más que vacío.
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