Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 998
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Capítulo 998:
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Al ver a Pattie, ambos la reconocieron al instante. Sin decir palabra, Hurst le dirigió un breve gesto de asentimiento a Pattie antes de darse la vuelta y cruzar la habitación hasta donde yacía Maia.
—Ha hecho más que suficiente por mi hija, señora Watson —dijo, dejando un ramo de flores sobre la mesa junto a ella—. Le estoy muy agradecido. Espero que se recupere pronto.
Pattie observó a Hurst durante un momento. No parecía tan frío ni tan severo como lo describían. Más bien parecía inquieto. Sus ojos se negaban a posarse en Maia durante mucho tiempo.
¿Por qué iba a estar nervioso precisamente ahora?
Maia también se dio cuenta. Había algo en Hurst que parecía más pulido, como si se hubiera esforzado por causar una buena impresión. Aun así, no le dio importancia. Quizás se dirigía a una cena formal o a una reunión de negocios.
—Te lo agradezco —dijo Maia. Luego se volvió hacia Melanie y añadió—: Me alegro de que estés bien.
Aunque había esperado este encuentro, Melanie se encontró dudando, sin saber cómo actuar ante la mujer a la que anhelaba llamar familia. Estar a solo unos centímetros de Maia era una experiencia totalmente nueva y la dejaba sin aliento.
Desde esa distancia, por fin pudo ver lo que los demás siempre comentaban: la belleza de Maia no era solo exterior. Había una gracia tranquila en su postura, una fuerza serena en sus ojos y una simetría en su rostro que parecía casi irreal. Maia se movía con una elegancia inesperada en alguien que había pasado cuatro años entre rejas.
«Solo tengo un par de cortes… nada grave», dijo Melanie, con la voz ligeramente temblorosa al darse cuenta de que Maia la miraba.
Algo en los ojos de Maia, almendrados y luminosos, despertó un recuerdo que llevaba años enterrado. Melanie recordó una tarde dorada, con la luz del sol bailando sobre el agua, mientras jugaba en el lago Yelorne con su madre observándola desde la orilla.
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Melanie se giró y lo que vio casi le dejó sin aliento: esos ojos. Reflejaban el lago y tenían una suavidad que le recordaba a su madre. Sin querer, Melanie susurró: «Mamá…». Entonces le entró el pánico y se tapó la boca con ambas manos, con la cara enrojecida por el calor. Por un segundo, incluso Hurst pareció quedarse paralizado, como si no se lo esperara. Sus pensamientos se agudizaron. Melanie estaba dejando que sus emociones se desbordaran de nuevo. Acababa de llamar «mamá» a Maia.
Al otro lado de la habitación, Pattie se tensó. Sus ojos se movían rápidamente entre Melanie, Hurst y Maia, buscando una explicación. Algo no encajaba. ¿Por qué parecía que esos tres pertenecían juntos mientras ella se quedaba al margen mirando?
Una extraña inquietud se apoderó de Pattie. ¿Acaso Melanie se había visto más afectada por el incidente de lo que ellos creían? Si estaba mentalmente sana, ¿por qué llamaba a Maia «mamá» precisamente? Al fin y al cabo, Maia no era mucho mayor que Ethan.
Maia se sumergió en una tranquila niebla de recuerdos, pensando en los estudiantes universitarios que una vez hicieron apuestas durante el último torneo de videojuegos de Ethan. Ese recuerdo le arrancó una leve sonrisa mientras miraba a Melanie, decidiendo ahorrarle a la chica cualquier vergüenza. «¿Es esa tu forma de decirme que te recuerdo a tu madre?».
Sin dudarlo, Melanie asintió rápidamente. «Sí… especialmente tus ojos. Son casi iguales».
«¿De verdad?», preguntó Maia con voz suave. «Debía de ser elegante y amable. Lo tomaré como un gran cumplido».
«Lo era», dijo Melanie, con los ojos iluminados por una alegría tranquila. De alguna manera, se dio cuenta de que Maia le caía aún mejor.
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