Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 976
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Capítulo 976:
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Mientras tanto, Maxwell finalmente llegó al borde de la arena. A diferencia de Chris, él no podía saltar con facilidad, así que gritó con voz aguda y preocupada: «¡Marisa! ¿Estás bien?».
Marisa se agarró el hombro y hizo un gesto de dolor. Luego, con un gesto cansado, dijo: «Vaya, qué ruidoso eres. Estoy bien, ¿vale?».
Oír la voz de Marisa despertó algo en Maxwell: se le encogió el pecho y sus ojos brillaron con emoción.
El alivio lo invadió y exhaló un suspiro tembloroso. «Pequeña alborotadora», murmuró en voz baja. «Me has dado un susto de muerte. No vuelvas a irte por tu cuenta, ¿entendido?».
Marisa le lanzó una mirada significativa y puso los ojos en blanco. «¿Sí? Quizás si te hubieras movido un poco más rápido, no habría tenido que hacerlo».
Aunque sabía que había tomado la decisión equivocada, el caos que rodeaba a Ethan había nublado su juicio.
En ese momento, lo único que tenía en mente era salvarlo.
Mientras tanto, junto a la valla, la multitud se inquietaba. El presentador no había anunciado la victoria de Maia, porque había desaparecido sin dejar rastro.
«¿Por qué nadie ha dado por terminado el combate? ¿No es obvio que Maia ha ganado?».
«¡Maldita sea! Esto estropea todas las apuestas. ¡Las probabilidades estaban muy desequilibradas!».
«Espera… ¿dónde está el resto del personal? ¡Esto no es normal!».
Justo cuando la confusión alcanzaba su punto álgido, un grito repentino rasgó el aire. «¡Corred todos! ¡Ha aparecido la policía!».
El grito resonó como un trueno en un cielo tranquilo.
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Todos entendieron lo que significaba. Detrás de esas máscaras había personas muy conocidas, personas con una reputación que no podían arriesgar.
La exposición era impensable. Ser atrapados no era una opción.
El dinero que habían apostado en el resultado ya no importaba. La supervivencia era lo primero.
De repente, toda la sección de espectadores enmascarados se puso en pie y salió corriendo en todas direcciones como una manada asustada en medio del caos. «¡Muévete! ¡Estás bloqueando el paso!».
«¡Cuidado! ¡Deja de empujar!».
El caos se extendió por la arena como la pólvora.
En el centro del escenario, Chris se mantuvo firme, con los brazos formando una barrera alrededor de Maia.
Pero su atención no estaba puesta en el pánico. Entrecerró los ojos y fijó la mirada en un punto concreto por encima de las gradas.
Entre la confusión de cuerpos que huían, una figura destacaba, familiar, y no por casualidad.
Algo en esa figura le trajo recuerdos a Chris.
¿Era ella, Raegan?
Recordaba claramente haberle dicho a Raegan que se mantuviera alejada de Maia.
¿Podría haberlo ignorado? ¿O era todo un plan de Kiley?
Bajando la mirada hacia Maia, que tenía en brazos, Chris apretó el puño.
De repente, las alarmas resonaron en el aire, retumbando por toda la arena subterránea como una sirena de fatalidad.
El pánico se extendió al instante. La gente corría en todas direcciones, con movimientos descontrolados y frenéticos, como olas rompiendo sin ritmo. El estruendo de los pasos apresurados, los gritos de pánico y las maldiciones se mezclaron en una tormenta de caos. Las respiraciones entrecortadas se sumaron a la tensión sofocante, convirtiendo todo el lugar en una bomba de relojería a punto de explotar.
En medio de la locura, Raegan se detuvo en seco. Por alguna razón, giró la cabeza y miró hacia atrás, al caos que se desataba a sus espaldas.
¿Era real o solo estaba en su mente?
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