Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 973
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Capítulo 973:
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Sin previo aviso, entró en acción.
En un abrir y cerrar de ojos…
¡Boom! La arena pareció estremecerse cuando el aire se resquebrajó bajo la fuerza de su lanzamiento.
Antes de que nadie tuviera tiempo de reaccionar, ya estaba a pocos centímetros de Maia.
Ambos puños se lanzaron hacia delante con una velocidad brutal, apuntando directamente a la cara de Maia. Nadie podía creerlo. El golpe de Tyrant fue tan rápido que dejó a todo el público sin aliento. Su movimiento no era más que un borrón.
Incluso el aire parecía cortarse cuando sus puños lo atravesaban, silbando con un sonido que escocía en los oídos.
«¡Maia!
«¡Maia!».
Ethan y Marisa gritaron su nombre desde la banda, con voces quebradas por el pánico y rostros pálidos por el miedo.
En ese mismo instante…
¡Bang!
Las puertas del estadio se abrieron de golpe con un estruendo.
«¡Apartaos!». Chris irrumpió como una tormenta, con su gabardina negra ondeando detrás de él mientras la rabia brotaba de él en oleadas.
No muy lejos, Maxwell entró corriendo, cada paso impulsado por el mismo miedo y furia. Chris no miró a su alrededor. Sus ojos permanecieron fijos en la figura oscura que se encontraba en el centro del escenario.
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La figura de Maia apenas se veía, casi consumida por la avalancha de golpes de Tyrant. Chris sintió que su pulso se aceleraba y su visión se agudizaba con furia.
«¡Maia!», gritó con la garganta desgarrada, con una mirada tan fría que helaba los huesos.
Un latido después… Chris se lanzó desde las gradas, atravesando el aire a la velocidad de un rayo, dirigiéndose directamente al centro de la arena. La presión de su llegada hizo que la multitud cercana retrocediera sin pensar. La mirada de Chris ardía con intención asesina, y su voz retumbaba baja y peligrosa. «Así que realmente estás buscando la muerte».
Dentro de la arena, Maia se había colocado en posición defensiva, preparada para cualquier ataque que pudiera venir.
El ataque de Tyrant golpeó como un huracán arrasando la costa.
Sus puñetazos retumbaban en el aire, sus patadas proyectaban sombras enormes, sus músculos se hinchaban como rocas que se rompen y cada golpe resonaba con una fuerza que hacía vibrar los huesos. Los espectadores de la primera fila tropezaron hacia atrás bajo la presión aplastante, incapaces de mantenerse en pie.
Incluso desde las gradas superiores, todos se sentían atrapados en el ojo de una violenta tormenta. Aun así, muchos se negaron a retroceder, con la mirada fija en el centro del ring, sin querer perderse ni un solo momento.
Esta sería una pelea que pasaría a la historia de las peleas clandestinas.
Entre ellos, Raegan permanecía inmóvil, con los dedos ligeramente apretados.
Sabía exactamente lo que significaba el poder de Tyrant.
La marea de la batalla ya había comenzado a cambiar.
Con toda la fuerza de Tyrant desatada, un solo golpe sólido aplastaría la voluntad y la defensa de su oponente.
En ese momento, Maia parecía un ciervo atrapado por los faros de un coche para todos los que la observaban.
Chris seguía corriendo hacia la pared de la arena, casi al alcance de la mano.
Un metro más… Un paso más…
Nunca había sentido tal pánico, deseando desesperadamente saltar al ring inmediatamente.
«¡Para!», gritó Chris, extendiendo la mano hacia Maia, aterrorizado por verla caer en el siguiente instante.
Todos contuvieron la respiración.
Nadie hablaba; todas las miradas permanecían fijas, el silencio era casi inquietante.
Esperaban ser testigos de un momento histórico, ver cómo Maia salía disparada del ring y se estrellaba contra el suelo.
Pero en el segundo siguiente, justo cuando Chris se preparaba para saltar la pared, justo cuando todos pensaban que Maia recibiría el golpe y de alguna manera se levantaría para otra ronda contra Tyrant, y justo cuando su puño estaba a punto de conectar, Maia se movió.
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