Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 971
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Capítulo 971:
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Los susurros de duda se extendieron entre la multitud como una marea creciente.
Arriba, en el balcón, Raegan permanecía inmóvil, con una expresión nublada por algo más que sorpresa. Una sutil arruga se formó entre sus cejas.
No podía ignorar las preguntas que resonaban a su alrededor.
Pero otro pensamiento se apoderó silenciosamente de su mente. ¿Y si la condena de Maia hubiera sido una tapadera? ¿Y si nunca hubiera estado realmente encerrada?
Tenía que haber algo más bajo la superficie.
El interés de Raegan se agudizó y escudriñó al inquieto público hasta que sus ojos se fijaron en una figura solitaria envuelta en negro.
«Si alguien tiene la pieza que falta, es Shiloh. Tendré que sacársela», susurró Raegan entre dientes.
En ese momento, una oleada de emoción rompió la tensión.
«Un momento, ¿los movimientos de Maia no son iguales a los del legendario artista marcial de la gran pantalla?».
«¡Solo le falta tocarse la nariz e inclinar la cabeza!».
«¡Exactamente lo que estaba pensando!».
«¡Está usando Jeet Kune Do! ¡Es igual que en esas películas icónicas!».
«¿En serio? ¿Maia sabe Jeet Kune Do? ¡Es increíble!».
«La gente sigue llamando a Maia diseñadora, pero seamos realistas: puede hacer casi cualquier cosa».
Maia dio un paso adelante, adelantando el pie izquierdo mientras flexionaba la rodilla derecha con control. Su mano derecha flotaba cerca de su pecho y la izquierda se movía con silenciosa precisión. Su postura, firme, concentrada e inquebrantable, dominaba todo el espacio. Sus ojos se fijaron, agudos y decididos, cortando el aire como una espada.
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Los rugidos resonaron en toda la arena, y la segunda oleada de emoción fue aún más fuerte que la primera.
La gente no podía apartar la mirada. Era como si estuvieran presenciando una versión diferente de Maia, una que nunca habían visto realmente hasta ahora.
Al otro lado, Tyrant, la fuerza reinante de la arena, esbozó una lenta y cómplice sonrisa.
Saltó ligeramente, calentando sus extremidades con la facilidad que le daba la práctica.
Sin dudarlo, se inclinó hacia delante, colocó una pierna delante, dobló la otra detrás e imitó a la perfección la postura de Maia.
Durante un instante, todo se quedó en silencio.
Entonces, el silencio se rompió.
«¡Un momento! ¿Tyrant también está entrenado en Jeet Kune Do?».
«¡Esto lo cambia todo! ¿Un uno contra uno usando el mismo estilo? ¡Por fin, una prueba real de quién merece la corona!».
«¿Qué? Estás bromeando, ¿verdad? Ese tipo siempre se ha caracterizado por su fuerza bruta y sus golpes de muay thai. Nunca he oído nada sobre que haya aprendido Jeet Kune Do».
Mientras los susurros de duda se extendían como la pólvora, un hombre de las gradas comenzó a levantarse, claramente agitado. Antes de que pudiera hablar, la fría risa de Tyrant atravesó el ruido.
«Por supuesto que no», dijo, con la mirada fija en Maia como una espada apuntando a su objetivo. Su tono era agudo, casi burlón. «No desperdicio el Jeet Kune Do en débiles. Pero ella no es como los demás».
Esa sola frase lo dejó claro: Tyrant no veía a Maia como una oponente más.
Ella se había ganado suficiente respeto como para sacar a relucir la parte de él que normalmente mantenía oculta.
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