Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 969
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Capítulo 969:
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Pero Marisa agarró a Ethan del brazo y lo empujó hacia Baylor. Reconoció que, cobarde o no, los instintos de Baylor eran acertados.
Si se demoraban, Maia podría verse obligada a defenderlos, lo que la ralentizaría en el peor momento posible.
Al otro lado del ring, la expresión de Tyrant se oscureció por la concentración. Con cada golpe fallido, la frustración aumentaba al no golpear más que el aire.
Al principio, había supuesto que Maia simplemente confiaba en su rapidez y su capacidad atlética para esquivar sus ataques. Tras varios intercambios, su experiencia le dijo que había algo más en juego.
No se trataba solo de velocidad. Maia ejercía un control absoluto sobre el tempo, dictando cada compás de su combate.
Entre el público, un espectador se puso de pie y gritó: «¿Qué está pasando? ¡Mirad qué perfectamente esquiva!».
Otros se unieron a él, alzando la voz con entusiasmo. «¿Sabe exactamente dónde va a golpear Tyrant? ¿Maia le lee la mente o algo así? A este ritmo, Tyrant se va a cansar y perderá delante de todo el mundo».
Las animadas conversaciones se extendieron entre el público, y cada rincón se llenó de sorpresa y emoción.
Por un momento, el presentador solo pudo mirar, con las palabras atascadas en la garganta y la incredulidad apoderándose de él. «¿De verdad alguien puede alcanzar tal altura? En todos mis años aquí, no, en todos los días que llevo respirando, nunca había visto una escena de lucha tan extraordinaria».
En los asientos más altos, Raegan observaba con el ceño fruncido por la tensión. Sus dedos enguantados trazaron el borde de su máscara y su mirada se agudizó con verdadera seriedad.
No era la primera vez que subestimaba a Maia, pero cada vez, Maia había demostrado que se equivocaba. Esta vez no fue una excepción.
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Al principio, Raegan había atribuido la victoria de Maia contra Viper a la pura suerte o a algún entrenamiento secreto. La idea de que Maia pudiera ser realmente una verdadera maestra nunca se le había ocurrido hasta ahora.
Sin embargo, había algo inquietante: no había registros que hicieran referencia a la experiencia de Maia. Los historiales de entrenamiento estaban en blanco. Nada en los archivos apuntaba a un pasado decorado en la lucha.
Sin embargo, la forma en que Maia se movía, su asombrosa conciencia y su perfecto sentido del ritmo superaban incluso a Tyrant, el llamado rey de la arena. Era impresionante de ver.
Todo en la forma de Maia le resultaba desconocido, nada se parecía a las artes marciales que Raegan había estudiado. En cambio, Maia entrelazaba elementos de diferentes disciplinas, creando un estilo de lucha ágil, preciso y tremendamente eficaz.
«¿Quién podría haber sido el maestro de Maia?», susurró Raegan para sí misma, y la sombra del líder de La Máscara se deslizó por su mente. Ese individuo era el único en su memoria cuyo estilo de lucha combinaba todo tipo de disciplinas marciales.
¿Era posible que Maia hubiera aprendido esos movimientos de él?
Una aguda preocupación atravesó a Raegan. Sus pensamientos se dispararon, ya que no tenía pruebas, pero la envidia y el resentimiento se arremolinaban en sus ojos cada vez que miraba a Maia.
Tyrant se detuvo de repente en ese momento.
No había señales de agotamiento en su rostro y su respiración seguía siendo constante. Lentamente retiró el puño, con una extraña chispa titilando en su mirada.
«¡Vaya, esto es entretenido!», exclamó, y su risa retumbó por toda la sala. «Tienes un talento auténtico. Es raro encontrar a alguien como tú hoy en día».
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