Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 968
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 968:
🍙🍙 🍙 🍙 🍙
Cada paso que daba parecía ingrávido e increíblemente rápido. Escapó del peligro por los pelos, con apenas un segundo de margen, y los puños de Tyrant la rozaron por muy poco cada vez.
Pero, de repente, los problemas la acorralaron.
Persiguió a Maia hasta que su espalda quedó casi pegada a la alta y resbaladiza pared de la arena.
La vía de escape desapareció detrás de ella, bloqueada por la inflexible y alta barrera. Una sonrisa torcida se dibujó en los labios de Tyrant mientras se acercaba y lanzaba un salvaje puñetazo.
En un instante, la multitud oyó un fuerte estruendo.
En un instante, el público vio cómo la pared temblaba mientras la fuerza de su puño levantaba nubes de polvo.
Sin embargo, Maia simplemente inclinó la cabeza hacia un lado, dejando que el puñetazo pasara con asombrosa facilidad.
Todo el ring pareció vibrar con nueva energía.
Los espectadores saltaron de sus asientos, jadeando y gritando incrédulos.
«¿Has visto eso? ¡Ha desaparecido justo antes de que él la golpeara!».
«¡Tyrant ya ha lanzado al menos una docena de puñetazos y ella ha esquivado todos!».
«La forma en que se mueve… es casi como si estuviera bailando en lugar de luchando».
Maia ignoró por completo el alboroto de la multitud mientras Tyrant, incansable, se abalanzaba hacia ella una vez más.
Ella recibió su embestida con mirada aguda y concentración inquebrantable, preparada para lo que viniera después.
Actualizaciones diarias desde ɴσνє𝓁α𝓼4ƒα𝓷.c♡𝓂 con nuevas entregas
Tyrant lanzó un golpe tras otro, con los puños golpeando el aire en amplios y salvajes arcos, cada golpe difuminándose en el siguiente con una velocidad vertiginosa. No cejó en su empeño, volcando toda su fuerza en el ataque, con la mirada fija en Maia.
Contra todo pronóstico, Maia parecía intuir sus intenciones incluso antes de que él se moviera. Cada intento de golpearla era respondido con esquivas sin esfuerzo y ágiles giros. Se alejaba del peligro con el sigilo y la elegancia de una pantera, con movimientos tan gráciles que parecían casi sobrenaturales bajo las duras luces de la arena.
Mientras tanto, Ethan y Marisa acababan de liberarse de sus ataduras en el borde de la arena. Aturdidos y maltrechos, observaban con incredulidad la contienda que se desarrollaba ante sus ojos.
Marisa se presionó el brazo dolorido con una mano temblorosa, hipnotizada por la danza de Maia alrededor de cada golpe brutal, con admiración en su mirada.
Su primer instinto había sido correr a echarle una mano. Ese impulso se desvaneció rápidamente, sustituido por la humillante verdad de que los reflejos de Maia eran incomparables. No había ninguna posibilidad de que nadie más pudiera seguirle el ritmo.
En la esquina, Baylor permanecía paralizado, con la mandíbula caída por la sorpresa.
Momentos antes, el miedo había hecho que la mente de Baylor diera vueltas, y el pánico casi se apoderaba de él.
La claridad le llegó al recordar la promesa que le había hecho a su esposa de mantener a salvo a los más jóvenes.
Aunque todavía temblaba y su voz era temblorosa, Baylor gritó a Ethan y Marisa tan fuerte como pudo: «¡Venid aquí! ¡En este lado estáis más seguros!».
Ethan apretó los puños con fuerza.
Le dolió ver a Baylor elegir la seguridad mientras Maia se enfrentaba sola a la tormenta.
¿Cómo podía alguien con un mínimo de valor dejar a su familia desprotegida?
.
.
.