Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 965
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Capítulo 965:
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Para lograr una hazaña como esa se necesitaba una sincronización perfecta y un control total sobre su cuerpo.
No se podía negar: Maia luchaba a otro nivel.
Al mismo tiempo, Ethan y Marisa lograron liberarse por fin, y ambos se pusieron en pie con las piernas temblorosas.
Una expresión pálida se apoderó del rostro de Ethan mientras luchaba por alcanzar a su hermana. «Maia…». Pero las palabras apenas salieron de su boca antes de que la sorpresa se apoderara de su rostro.
Lo que vio fue que Tyrant, la fuerza más formidable a sus ojos, parecía una pesadilla hecha realidad. El indiscutible poderoso del ring clandestino acortó la distancia en un instante, lanzando un puño casi del tamaño de un saco de arena directamente hacia Maia.
Pocos podían igualar la fuerza de Tyrant en ese ring, pero él estaba actuando aprovechando el factor sorpresa.
Las advertencias nunca llegarían a Maia a tiempo. Ese puñetazo rasgó el aire con intención letal.
Maia miró por encima del hombro y se vio envuelta por la imponente presencia de Tyrant.
Una repentina ráfaga de viento azotó el rostro de Maia cuando el puñetazo de Tyrant rasgó el aire.
¡Boom!
Su puño cayó con tanta rapidez que parecía dejar un rastro de sombras. El golpe resonó como un latigazo, cortando limpiamente el silencio.
De repente, el público se puso en pie, con la boca abierta y el corazón latiendo con fuerza, incrédulo.
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«¡Se acabó para Maia!
«Apenas los rescató, ¿y ahora esto? ¡Ese ataque salió de la nada!».
«¡Un solo golpe de Tyrant podría dejar a alguien inconsciente!».
Nadie se atrevía a moverse. La tensión en la arena era sofocante. En lugar de huir, Maia levantó bruscamente el brazo derecho.
Se oyó un sonido sordo y pesado cuando su mano recibió el golpe.
Los gritos se convirtieron en un silencio atónito. Había atrapado el golpe y lo había detenido en seco. El impulso de Tyrant, antes imparable, se congeló en pleno movimiento solo con su agarre. Ni Ethan ni Marisa pudieron ocultar su incredulidad ante lo que acababa de suceder. Aunque Maia logró mantenerse en pie, un dolor sordo se extendió por su brazo, ya cubierto de moretones.
Solo un paso atrás delató el impacto antes de que recuperara el equilibrio.
Levantó la mirada y se fijó en su oponente. Silenciosamente reconoció el poder bruto de la luchadora más feroz del ring clandestino. Sin las brutales sesiones de entrenamiento de Zoey durante esos largos cuatro años entre rejas, y sin abrirse camino a base de uñas y dientes hasta la cima del despiadado circuito clandestino de Geshuania, habría sucumbido ante ese golpe.
—Solo retrocediste una vez después de recibir ese golpe —dijo Tyrant, exhalando con dificultad mientras cerraba la mano, que aún temblaba ligeramente por el contacto. Nunca se había cruzado con una mujer que pudiera soportar uno de sus poderosos puñetazos.
Esa constatación provocó un cambio en él: Maia se había ganado algo más que su atención. Se había ganado su respeto.
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