Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 947
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 947:
🍙🍙 🍙 🍙 🍙
Esa imprudente hermana suya ya había irrumpido en el lugar por su cuenta.
«¡Maldita sea!», murmuró Maxwell entre dientes. Sin perder un segundo, le envió un mensaje rápido a Chris para ponerlo al tanto de los nuevos acontecimientos y luego se preparó para irrumpir por su cuenta.
Marisa no había dejado de reprocharse lo sucedido desde que ocurrió. Había entrenado en defensa personal y tácticas desde que era niña. Si las cosas no se hubieran torcido tan rápido, lo habría impedido, sin duda.
Ethan era un seguidor leal suyo. No podía quedarse de brazos cruzados y dejar que se lo llevaran.
Frustrada y harta, dejó de lado la precaución y se dirigió al edificio.
Al poco tiempo, terminó dentro de lo que parecía un bar. Pero ¿dónde estaban Ethan y Melanie?
En ese momento, unas siluetas llamaron su atención: personas que creyó reconocer.
Sus rostros habían estado ocultos antes, claro, pero seguían llevando la misma ropa. Eso los delató. Eran los mismos que habían participado en el secuestro anterior.
Sin perder el tiempo, Marisa los siguió hasta la planta baja.
En cuanto entró, una pared de ruido la golpeó en la cara.
«¡Levántate! ¡Devuélvele el golpe!», gritó alguien.
«¡Te apuesto diez mil dólares! Si aún puedes respirar, ¡dale un puñetazo!», ladró otra voz.
«¡Jajaja! ¡Otra victoria para mí! ¡El Tirano es imbatible, es el rey sin corona!», gritó un tercero con alegría.
Entonces se dio cuenta: había entrado en un club de lucha ilegal. Marisa se quedó paralizada, sorprendida.
Últimos capítulos en ɴσνєℓαѕ4ғαɴ.𝚌𝑜𝓶
En ese momento, unos dedos delgados le agarraron el hombro. Una voz le preguntó: «¿También estabas antes en Red Grove?».
Reaccionó por instinto, girándose bruscamente hacia un lado para ver quién era. El desconocido tenía el rostro oculto tras una máscara, pero la amenaza que desprendía era inconfundible.
Raegan estudió a la joven que tenía delante. Algo en ella le sonaba familiar, probablemente por los informes que había revisado antes. Con una leve sonrisa en los labios, le preguntó: «Estás aquí por Ethan, ¿verdad?».
Marisa, al darse cuenta de que se enfrentaba a uno de los culpables, respondió: «¿Y si es así? Dime dónde lo has llevado».
Al mismo tiempo, Maxwell irrumpió por la entrada del número 43 de Oak Street, sin molestarse en reducir la velocidad. El lugar era un manicomio: ruidoso, bullicioso, abarrotado. Era evidente que se estaba celebrando algún tipo de evento. Maxwell escudriñó a la multitud con la mirada. Pero Marisa no estaba por ninguna parte.
¿Qué demonios estaba pasando allí?
Podría haber jurado que había entrado hacía solo unos instantes.
Una idea enfermiza se apoderó de él: ¿la habían capturado también?
Recorrió el lugar presa del pánico, escudriñando cada rincón con la mirada.
.
.
.