Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 932
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Capítulo 933
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Mientras tanto, Mariana, derribada por el golpe de Chris, temblaba incontrolablemente. Su voz se quebró cuando susurró: «Chris…». Las lágrimas brotaron de sus ojos al instante. Lo miró fijamente, casi desmoronándose, con los ojos vacíos, como si no pudiera aceptar la escena que tenía ante sí. Chris se interpuso entre Maia y ella como un muro inquebrantable.
Mariana permaneció sentada en el suelo, aturdida, como si le hubieran echado agua helada por encima. «¿Por qué incluso tú me has levantado la mano?», preguntó con voz temblorosa. En ese momento, el dolor punzante en la frente y la muñeca la devolvió a la realidad.
Pero su breve lucidez no duró mucho. Se levantó torpemente y se arrastró hacia Chris, con sus sentimientos reprimidos y su amargura abrumando de nuevo su lógica, y su voz cada vez más alta. «Chris, ¿por qué te pones del lado de Maia? Te traté tan bien». De hecho, lo que realmente quería decir era «te quiero mucho», pero las palabras se le atragantaron en la garganta.
Chris respondió con fría calma: «Ahora soy el guardaespaldas de Maia. Solo estoy haciendo mi trabajo. Si vuelves a tocarla, no me contendré». Su tono era tan frío e implacable como el viento gélido del invierno.
Mariana sintió que su energía se agotaba en un instante. Se quedó paralizada, con lágrimas corriendo por su rostro sin control.
En ese momento, Maia se asomó con cautela detrás de Chris y preguntó en voz baja: «¿Por qué estás aquí?».
Chris oyó la voz de Maia y su expresión se suavizó de inmediato. Se apartó un poco y habló con voz tranquila. «Pasaba por MCN y pensé en tomar un café y esperar a que terminaras de trabajar. Pero justo cuando llegué a la entrada, vi esta situación peligrosa». Se hizo a un lado, dejando que Maia entrara en su espacio protector con naturalidad.
Chris omitió hábilmente el motivo por el que había venido y, en su lugar, ofreció una humilde disculpa. «Si crees que me he pasado de la raya al tomar cartas en el asunto, aceptaré cualquier consecuencia que se me presente».
Para las personas que estaban cerca, parecía que Chris, el guardaespaldas de Maia, había estado siguiendo otras instrucciones, pero decidió seguirla por capricho. La historia no llamó la atención y solo reforzó su papel como protector. Los ojos de Maia brillaron con una mezcla de sentimientos; castigar a Chris estaba fuera de discusión. En realidad, se sentía más agradecida de lo que las palabras podían expresar.
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Sacudió la cabeza suavemente y su voz se volvió tierna. «Me alegro mucho de que hayas venido».
Maia nunca había imaginado que Mariana llegaría al extremo de intentar matarla. Tampoco esperaba que las habilidades de Chris fueran tan agudas.
Mientras tanto, Kiley dio un lento paso adelante. Su movimiento era tranquilo, pero irradiaba un aura intimidante. No volvió a regañar a Mariana. En cambio, miró a Chris con una mirada gélida, con una voz tan fría que provocaba escalofríos. «Chris, eres miembro de la familia Cooper, ¿y aquí estás, rebajándote a servir a una desconocida?».
Señalando con el dedo la cara de Chris, expresó su decepción. «Has avergonzado el nombre de los Cooper».
Nadie se lo esperaba: las duras palabras de Kiley rezumaban claramente desprecio y repugnancia hacia Chris. Un silencio pesado cayó sobre la multitud, denso y sofocante.
Chris se mantuvo firme ante Maia, inmóvil, con los ojos fríos y penetrantes. Giró lentamente la cabeza y miró a Kiley con una mirada llena de burla y desprecio. «Sus palabras son muy duras, señorita Cooper». Su tono rezumaba desprecio, era agudo y mordaz. «Además, la familia Cooper nunca me ha tratado como a un ser humano. Prefiero servir a Maia que a cualquiera de los Cooper. Porque ellos no me merecen».
Sus palabras cayeron como un trueno, sorprendiendo a todos los presentes.
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