Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 928
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Capítulo 929
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Inmóvil, Claudio abrió los labios como para hablar, pero no le salieron las palabras, y no hizo ningún esfuerzo por seguirla.
Sin mirar atrás, Maia dio media vuelta y se dirigió hacia la salida. La luz dorada se filtraba por los enormes ventanales, perfilando su figura con un suave resplandor soleado.
Aún clavado en su asiento, Claudio miró al frente con la mirada perdida, como si toda la colorida escena ante él se hubiera desvanecido. Siempre había creído que podría mantener la compostura, que con el tiempo se acercaría poco a poco a ella. Pero la verdad seguía siendo la misma: Maia nunca había sido suya y nunca le había dado la oportunidad.
Bajando la mirada, Claudio soltó una risa amarga y silenciosa que apenas llegó a sus ojos.
Pero justo cuando Maia llegaba al umbral del bar, una voz cortó el aire como una espada. —¡Maia! ¡Bruja desvergonzada!
Al instante, Maia se detuvo, con una expresión de leve irritación en el rostro. Al aparecer, una figura que conocía muy bien le bloqueó el paso, rebosante de hostilidad.
Con un vestido azul pálido, Mariana se abalanzó hacia ella, con el rostro desencajado por la ira, mientras señalaba con el dedo a Maia. —¿No tienes vergüenza? ¡Eres una mujer casada y sigues persiguiendo a mi hermano!
Un silencio recorrió el bar cuando la atención de la multitud se centró en ellas. El estallido había captado la atención de toda la sala, y todas las miradas se volvieron hacia ellas.
Claudio, sorprendido por el ruido repentino, miró por encima del hombro con incredulidad. ¿Mariana? ¿Qué demonios hacía ella allí?
Aunque Maia mantenía la compostura, se le formó un pequeño pliegue entre las cejas. Sin reaccionar más, dio un paso atrás en silencio.
—Apártate —dijo con voz tranquila y firme.
«¿Crees que puedes marcharte como si nada?». Mariana, sin embargo, no se echó atrás. Avanzó con paso firme y alzando la voz. «¿Tu objetivo es casarte ahora con Claudio y quedarte con el apellido Cooper? ¿No te bastó con quitarnos la empresa Aurora Apparel? ¿O también aspiras a quedarte con todo el Grupo Cooper?».
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Las emociones inestables de Mariana alcanzaron su punto álgido en un instante. Sus pensamientos se descontrolaron, pintando a Maia como una mujer manipuladora que se abría camino en la escala social por cualquier medio posible.
Todo sentido de la moderación desapareció. Ignorando cómo la veían los demás, alzó la voz y gritó: «Maia Watson, escucha esto. No eres más que una cara superficial con una actitud falsa. Una vez que se caiga esa máscara, nadie te mirará de la misma manera».
Mientras tanto, Kiley frunció el ceño con frustración. En un momento de distracción, Mariana se había abalanzado sobre Maia como alguien completamente desquiciado. Su plan original era sencillo: pillar a Claudius en pleno encuentro con Maia para poder enfrentarse a él más tarde por su comportamiento imprudente.
Pero la situación se había descontrolado rápidamente. El estado mental de Mariana era peor de lo que había supuesto. La simple visión de Maia la había llevado al límite.
—¡Ya basta! —Una voz aguda y furiosa atravesó el caos, interrumpiendo a Mariana a mitad de la frase.
Claudius se levantó de un salto de su asiento. Se apresuró a interponerse entre ellas, protegiendo a Maia, con los ojos duros como el acero mientras miraba fijamente a su hermana. —No digas ni una palabra más, Mariana. Pídele perdón a Maia, ahora mismo.
—¿Y por qué debería pedir perdón? ¡Es Maia la que tiene que disculparse! —Mariana apretó los puños y todo su cuerpo tembló mientras miraba con ira, con los ojos llenos de lágrimas contenidas.
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