Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 922
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Capítulo 923
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A pesar de todos sus logros en el mundo de los negocios, Claudius se sentía fuera de su elemento cuando se trataba de asuntos como este. El sudor comenzó a acumularse en sus palmas, una rara muestra de nerviosismo en alguien que normalmente se mostraba tan sereno y controlado.
Mientras Claudius luchaba contra su ansiedad, Chris permaneció aparcado cerca, observando en silencio cómo se desarrollaba la situación. No era difícil adivinar la razón por la que Claudius estaba allí: estaba esperando a Maia.
En ese momento, algo fuera de lo común llamó la atención de Chris. Un Maybach apareció sigilosamente y se detuvo en un estacionamiento al otro lado de la calle. La sospecha brilló en los ojos de Chris mientras se concentraba en el coche. Conocía bien ese vehículo. Pertenecía exclusivamente a Kolton.
¿Qué hacía allí el coche de Kolton? ¿Era esta reunión entre Claudius y Maia idea de Kolton?
No había duda. Algo no cuadraba y Claudius estaba tramando algo. Chris se sintió afortunado de haber decidido seguirlos, impulsado por una mezcla de preocupación e instinto.
Con la tensión apretándole el pecho, Chris sacó su teléfono, dispuesto a impedir que Maia siguiera adelante con la reunión. Su pulgar se cernió sobre la pantalla cuando se iluminó el número de Maia, pero entonces dudó y la llamada quedó sin completar. La duda se apoderó de él. Llamarla ahora podría delatar que la había estado siguiendo. Lo último que quería era que Maia pensara que estaba cruzando una línea. Respirando profundamente, Chris entrecerró los ojos y decidió seguir observando un poco más.
Sentada en el lujoso asiento del Maybach, Kiley se quitó las gafas de sol y lo miró con frialdad. Leer a Claudius nunca le había resultado difícil; sus motivos eran obvios desde el principio. Estaba claro que había venido hasta allí solo para despedirse de Maia.
Un pensamiento cruzó por su mente: ¿cuándo había perdido su hermano el sentido común? ¿Por qué Maia tenía tanto poder sobre él?
«De verdad va a reunirse con Maia…», murmuró Kiley entre dientes y, sin dudarlo, espetó: «¡Es ridículo!».
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Abajo, Claudio se apresuró hacia el bar situado debajo del edificio MCN, y Mariana tampoco pudo soportarlo; su frustración era prácticamente evidente. Desde la exposición de arte, Maia había sido una espina clavada para Mariana, una sombra de la que no podía deshacerse. Observando la figura de Claudio que se alejaba, se quedó paralizada, sin saber si quería echarse a reír o gritar de rabia. La situación era más que molesta.
Maia la había avergonzado y atormentado más veces de las que podía contar, convirtiéndola en el blanco de todas las burlas. Aun así, su hermano mayor insistía en perseguir a Maia, hablando como si casarse con esa mujer fuera una idea maravillosa. Nada de eso tenía sentido, era una locura total.
—Kiley, ¿de verdad Claudius va a ver a Maia? —Mariana giró la cabeza y miró con urgencia a Kiley, sentada en el asiento trasero, suplicante—. ¡No podemos dejar que se reúna con Maia! —Las palabras salieron precipitadamente de su boca. Con una voz temblorosa que rayaba en la frenética, continuó: «No tengo ni idea de cómo Maia ha conseguido tener a Claudius comiendo de su mano… ¿Te acuerdas de la última vez? Gastó el dinero de la familia en esa ridícula celebración de cumpleaños, ¡tanto dinero, solo para ella! Esto no puede seguir así. Si papá se entera, se le romperá el corazón».
Kiley levantó la mirada, sin sorprenderse en absoluto por los acontecimientos que describía Mariana. Aun así, la ansiedad de Mariana superaba con creces lo que Kiley había esperado. Estaba desmoronándose, con las emociones al borde del colapso.
Intentando recuperar la calma, Kiley respondió suavemente: «Lo entiendo. Respira hondo. Yo me encargaré, me aseguraré de que Maia no cause más problemas». Raegan,
Mientras tanto, Raegan se guardó sus pensamientos para sí misma, entrecerrando ligeramente los ojos. La enredada red que unía a Claudius y Maia era mucho más complicada de lo que había imaginado. Aunque Kiley nunca había revelado los detalles, el arrebato de Mariana le había dado una idea muy clara. Claudius no era simplemente un conocido de Maia: él la perseguía y ella mantenía las distancias.
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