Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 921
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Capítulo 922
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En un instante, la niebla en su mente se despejó. La emoción floreció detrás de su caja torácica. No pudo evitar que una sonrisa se extendiera por su rostro. Con nueva energía, giró el volante en un brusco cambio de dirección y se dirigió directamente a MCN. Sin embargo, no se percató del Maybach negro que lo adelantó por el carril contrario.
En el interior, Kiley observaba a través de sus gafas de sol tintadas, siguiendo al Porsche azul con silenciosa intensidad.
«¿Por qué ese giro en U tan repentino?», preguntó Raegan a su lado, con voz baja y sospechosa. «¿Crees que nos ha visto?».
Kiley soltó una suave risa. —Si Claudius nos hubiera visto, ya estaría golpeando el capó. Créeme. —Luego, con calma, le dio instrucciones al conductor—. Da la vuelta. Lo seguiremos, pero mantén una distancia más segura esta vez.
—Entendido, señorita Cooper —respondió el conductor, ejecutando la maniobra con suavidad.
En el asiento del copiloto, Mariana se despertó y se frotó las sienes con un gemido. —Kiley… ¿por qué no hemos llegado a casa todavía?
Frotarse lentamente los ojos no le sirvió de mucho. El cansancio de la noche anterior aún se apoderaba de Mariana, que apenas había pegado ojo durante el trayecto en coche. Cuando por fin se quedó dormida, ya estaban de camino a la prisión de Wront. Kiley se había asegurado de que nadie la molestara.
«Aún no hemos terminado, así que no te pongas demasiado cómoda», dijo Kiley. No esperaba que Mariana viniera en ese momento, después de haber estado despierta toda la noche.
Sin apartar la vista de la carretera, Kiley habló en un tono tranquilo. —Levanta la vista, Mariana. ¿Ves ese Porsche que va delante?
Mariana siguió su mirada. Cuando vio el elegante coche azul que circulaba a toda velocidad, algo en él le trajo recuerdos. Con un ligero titubeo, preguntó: «¿Es el coche de Claudius? ¿Lo estamos… siguiendo?».
La respuesta de Kiley fue fría y tajante. —Sí. Quiero averiguar adónde va en lugar de presentarse en la empresa como se supone que debe hacer.
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Mariana apretó los labios en una delgada línea mientras una silenciosa inquietud se apoderaba de su pecho. ¿Era posible que Claudius estuviera planeando reunirse con Maia? Sacudió la cabeza con firmeza, apartando la idea antes de que se afianzara. Claudius podría querer ver a Maia, pero eso no significaba que Maia fuera a aceptar enfrentarse a él.
Todo el mundo sabía que la brecha entre ella y el Grupo Cooper era demasiado profunda para poder repararla. No se podía negar: Maia se había convertido en la adversaria declarada del Grupo Cooper. La mera posibilidad sacudió a Mariana, cuyos ojos brillaron con un fuego que amenazaba con consumir su autocontrol.
Poco después, Claudio entró en el aparcamiento junto al edificio de MCN. Apagó el motor y miró su reloj. Aún le quedaban unos noventa minutos para la hora a la que habían quedado.
Sus ojos se posaron en la torre de cristal de arriba, imaginando que Maia debía de estar sumergida en su trabajo en algún lugar de los pisos superiores.
Pasaron unos momentos de silencio mientras Claudius permanecía junto a su coche, sopesando sus opciones, hasta que decidió visitar primero el Starlight Café. Allí esperaba encontrar un rincón tranquilo donde poder hablar con Maia sin que nadie les observara o interrumpiera.
Lo que tenía en mente era un asiento junto a la ventana, uno que no diera a la entrada, idealmente rodeado de una decoración que difuminara la visibilidad y escondido en la parte más tranquila de la cafetería. La suerte estaba de su lado: se topó con el tipo de lugar que estaba imaginando.
Con una taza de café negro delante, se acomodó, sintiendo cómo los nervios le invadían mientras reunía las ideas sobre lo que quería decir, casi como un estudiante ensayando antes de un examen final. Aunque siempre había llamado la atención de las chicas y había recibido más cartas de amor de las que le correspondían a lo largo de los años, nunca había dado el paso de confesarse a nadie. Ni una sola vez.
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