Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 909
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Capítulo 910
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Pero, justo cuando estaban a punto de ceder por completo, los pensamientos de Maia volvieron al historial médico de Chris: los recuerdos de las advertencias de los médicos y su percance en Sceibar le vinieron a la mente como una señal de alarma.
Sin pensarlo, presionó sus manos contra su pecho, con voz entrecortada pero firme. «Chris… solo un segundo».
Chris se detuvo, con el deseo aún presente en su mirada. «¿Pasa algo?».
La preocupación y el amor se mezclaban en los ojos de Maia. «Es tu salud. No debes excederte. Recuerdas lo que pasó en Sceibar, ¿verdad? Los médicos te dijeron que te lo tomases con calma, que evitaras cualquier esfuerzo…».
Chris dudó, sin saber qué decir, algo poco habitual en él. Logró articular una protesta poco convincente, casi malhumorada. «He aguantado hasta ahora… no es para tanto».
Una expresión grave se apoderó del rostro de Maia. «Esto no es como antes. La última vez, te desmayaste y me diste un susto de muerte. No voy a arriesgar tu salud por una sola noche».
La decepción se reflejó en el rostro de Chris mientras se inclinaba y le acariciaba el hombro con una queja tranquila y juguetona. «¿Estás segura? ¿De verdad no podemos…?»
Una suave firmeza se apoderó de los ojos de Maia mientras negaba con la cabeza. «Esta noche no. Tienes que portarte bien».
Sus manos se movieron con suave determinación, alejando a Chris mientras le susurraba: «Esperaremos hasta que estés realmente bien… No hay prisa, ¿verdad?».
La renuencia se apoderó del rostro de Chris, pero al ver la determinación en la mirada de Maia, cedió con un suspiro. «Está bien… tú ganas».
Con los hombros caídos, se pasó la mano por el pelo con frustración antes de dirigirse con paso pesado hacia el baño. «Supongo que me daré una ducha para refrescarme».
Mientras lo veía alejarse, tan desolado y decepcionado, Maia sintió un nudo en el pecho y un dolor agridulce, pero su determinación de verlo sano no hizo más que crecer.
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El sonido del agua resonaba tras la puerta cerrada mientras Maia se dejaba caer en el sofá, con una mano presionando su corazón, que latía con fuerza. Una sonrisa triste y tierna se dibujó en sus labios. «Cuando te hayas recuperado del todo, Chris, lo verás… Me aseguraré de que la espera haya merecido la pena», murmuró para sí misma.
La noche se instaló, el aire cargado de recuerdos de calidez y tranquilo anhelo.
Al mismo tiempo, en la villa de Hurst, el dormitorio de Melanie estaba cargado de una energía diferente, inquieta y aguda. Sentada en el borde de la cama, Melanie agarraba con fuerza su teléfono. La pantalla mostraba un nuevo mensaje de Cade: «Dirección confirmada del objetivo: Apartamentos Elysium, unidad 902, edificio 5».
«Por fin… Tengo la dirección de Maia», susurró. La inquietud se apoderó de ella: saltó del colchón, con los pies descalzos silenciosos sobre el suelo, y dio dos vueltas ansiosas por la habitación antes de presionarse el corazón, que latía con fuerza.
La emoción del descubrimiento la invadió, electrificando cada uno de sus nervios.
«Maia, ¿qué es lo que escondes? ¿Estás casada? ¿Quién es tu misterioso marido? La verdad está a punto de salir a la luz, ¡tu secreto no durará mucho más!», murmuró Melanie para sí misma.
Con ese pensamiento alimentándola, marcó el número de Ethan sin dudarlo un instante.
La llamada se conectó inmediatamente. Al otro lado, la voz suave y ligeramente ronca de Ethan respondió: «¿Hola?».
Bajando el tono y rebosante de expectación, Melanie apenas podía contenerse. «Ethan, por fin he averiguado dónde vive tu hermana».
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