Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 898
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Capítulo 899
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Un silencio reflexivo se instaló entre Hurst y Melanie antes de que él volviera a hablar, bajando el tono y con una gravedad inconfundible en sus palabras. «Maia es realmente extraordinaria, pero no está soltera. Recuerda que te lo dije antes: está casada».
Melanie percibió un sutil cambio y notó algo nuevo en la voz de su padre: una dulzura que insinuaba más bien vacilación que una firme negativa. Años de experiencia le habían enseñado a sopesar todos los ángulos, analizando las consecuencias y las posibilidades con mesurada cautela.
Aun así, eso no era lo que Melanie esperaba oír.
Sin previo aviso, se levantó de su asiento y su actitud juguetona dio paso a la determinación mientras fijaba su mirada en Hurst. «Papá, tú eres quien siempre ha dicho que si te importa alguien, debes ir a por él. Sé que sientes algo por Maia, es más que simple admiración, ¿verdad? ¿De verdad vas a dejar que eso se te escape? Su matrimonio no cambia nada. Al fin y al cabo, tú también has estado casado. ¿No os hace eso aún más compatibles? La mayoría de los hombres dudarían por su pasado, pero sé que tú no dejarías que eso se interpusiera».
Melanie enumeró todos los argumentos que se le ocurrieron, decidida a no dejarle ningún margen para discutir.
El efecto fue inmediato: Hurst parecía genuinamente atónito.
¿En qué tipo de lugares había Melanie aprendido una lógica tan poco convencional? Por extraño que pareciera, sus argumentos de alguna manera se sostenían.
Las palabras flotaban en la punta de la lengua de Hurst, pero Melanie siguió adelante, construyendo su argumento con aún más convicción. «Mira los hechos: se fue del país sin su marido, solo se llevó un guardaespaldas. Eso por sí solo me dice que tenía razón antes. O Maia no está casada, o ese supuesto marido no es alguien a quien realmente ama. Sea cual sea la verdad, si vas tras ella, sinceramente creo que tienes una oportunidad real.»
Una sombra de duda se dibujó en el rostro de Hurst mientras asimilaba el razonamiento de su hija, y unas profundas arrugas se marcaron en su frente.
En silencio, Melanie añadió otro argumento: «Y ahora Ethan, el hermano de Maia, te está apoyando. Eso hace que tus posibilidades sean aún mejores que las de cualquier otro». Mientras hablaba, sus ojos buscaban en el rostro de su padre cualquier signo de ánimo.
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Solo entonces se dio cuenta: si su padre se casaba con Maia, ¿no se convertiría Ethan en su tío político? Ser compañera de clase de su tío no era algo que todo el mundo pudiera experimentar.
Y, curiosamente, esa idea no la inquietaba. De hecho, había llegado a apreciar la presencia tranquila y fiable de Ethan, aunque fuera un poco reservado.
Después de un largo momento, Hurst finalmente miró a su hija, y el último rastro de obstinación se desvaneció de sus ojos. En privado, admitió que ya había estado reflexionando sobre esta posibilidad durante algún tiempo. Había notado que la admiración de Melanie por Maia rayaba en la adoración, casi como si fuera una fanática de toda la vida.
¿Quién en Wront no querría tener una madrastra que se había convertido en una leyenda local, especialmente con la reputación heroica de Maia extendiéndose tan rápidamente?
Tras tomarse un momento para ordenar sus pensamientos, Hurst finalmente habló, con un tono directo y sincero. —Lo pensaré detenidamente. Pero antes de nada, necesito averiguar cuál es el estado civil de Maia. Si realmente tiene marido, tengo que saber quién es. Perseguirla sin conocer los hechos sería como entrometerme en la relación de otra persona, y le debo a Maia nada menos que mis intenciones sinceras.
En cuanto pronunció esas palabras, el rostro de Melanie se iluminó. Con un estallido de energía, se abrazó a él y le dio un rápido beso en la mejilla, con un tono rebosante de alegría. —Papá, eres el hombre más caballeroso de Wront. Y estoy segura de que tu encanto la conmoverá. Si te propones algo, sé que lo conseguirás.
Por dentro, murmuró para sí misma: «Si el plan de esta noche sale bien, todo debería resolverse pronto».
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