Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 893
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Capítulo 894
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«No pasa nada. Simplemente lo dejaré».
Caminó descalza por el suelo y se detuvo junto a la cama, con la mirada fija en el rostro dormido de Axell. Hubo un tiempo en que mantenía la cabeza alta como la orgullosa heredera Morgan, negándose a ceder ante nadie. Ahora, solo era una sombra de aquella chica: vivía en la casa de otra persona, bailaba al son que le tocaba un hombre y sobrevivía con las migajas que él le ofrecía.
Últimamente, había llegado a comprender las desagradables verdades sobre las personas: su ansia de poder, sus deseos insaciables y su necesidad de dominar.
Ella le ofrecía a Axell exactamente lo que él ansiaba: dulzura, sumisión, una presencia constante. Y, como era de esperar, él empezó a tratarla como si le perteneciera. Ella había dejado de ser solo un cuerpo para calentar su cama. Ahora, él la quería cerca, siempre a su alcance, como algo precioso que no podía dejar escapar. Ella se había dado cuenta del cambio de inmediato, y era exactamente el resultado que había buscado.
Rosanna creía firmemente que era solo cuestión de tiempo que Axell estuviera completamente bajo su control.
«Ya que has tomado mi cuerpo, hay un precio que pagar… A partir de ahora, me perteneces, hasta tu último aliento, bailarás al son que yo toque».
Se inclinó lentamente, acortando la distancia entre ellos con una intimidad inquietante. Su voz se redujo a un murmullo sedoso, como el susurro de un amante dormido. «Axell… duerme bien… ¡Serás mi espada de venganza!».
Le acarició la mandíbula con los dedos, con los ojos brillantes y una luz salvaje y febril que se hacía más intensa por segundos.
«A partir de ahora, me importan un comino el orgullo, el amor o mi pasado. Voy a salir victoriosa, cueste lo que cueste. Y tú, sí, tú, y todo el clan Nelson… sois las únicas herramientas que necesito para hacerlo».
Mantuvo la mirada fija en él, inmóvil. Había algo en su mirada: mitad cazadora lista para saltar, mitad lunática aferrada a lo último que tenía sentido.
De la nada, una risa baja y desquiciada brotó de sus labios. Burbujeó lentamente, oscura y retorcida, empapada de veneno.
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Inclinó la cabeza y entrecerró los ojos hacia la pantalla, donde la imagen de Maia iluminaba la habitación.
«Maia… mientras tú disfrutas de la luz, yo seré la oscuridad que te persigue. Poco a poco, recuperaré todo lo que me robaste: todo lo que tienes, todo lo que eres. Haré que te ahogues en el arrepentimiento. Y Richard… Sandra… a partir de este momento, ya no sois mis padres. Solo sois enemigos».
La paz se apoderó de la suite presidencial, y la cálida luz de las lámparas acariciaba cada elegante superficie.
Junto al ventanal que iba del suelo al techo, Raegan deslizó los dedos por el teclado, con el rostro concentrado y pensativo. Miró fijamente el titular que aparecía en la pantalla: «Explosión en Harmony Plaza, en Wront. La famosa diseñadora Maia Watson se enfrenta a los atacantes y evita la crisis».
Gritos, pisadas apresuradas y caos generalizado llenaban el vídeo. Sin embargo, en medio de la confusión, Maia se mantuvo firme, avanzando con paso firme hacia el terrorista con una compostura sorprendente.
Con el ceño fruncido por la preocupación, Raegan mantuvo la mirada fija en la imagen de Maia en el vídeo.
«Maia…». ¿Acababa de regresar a Wront y ya volvía a ser el centro de atención de los medios? ¿Cómo conseguía esa mujer convertirse en el centro de atención allá donde iba?
Con una sola pulsación, Raegan detuvo la grabación.
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