Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 89
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Capítulo 89:
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La tensión se acumuló en las manos de Maia sin que ella se diera cuenta, y sus dedos se cerraron en puños. Lentamente, se volvió hacia Ethan, que había estado de pie en silencio a su espalda. El polvo se adhería obstinadamente a su piel, y su rostro, descolorido, parecía insoportablemente frágil.
Era aún muy joven, pero sus ojos reflejaban el mismo dolor sombrío que ella conocía tan bien. ¿Acaso él también había pasado los últimos años luchando en la oscuridad, buscando algo, a alguien, que lo salvara?
Una vez, Zoey le había dicho a Maia que la salvación tenía que venir de dentro. Esa verdad la había ayudado a superar sus peores noches.
Pero ¿qué había sido de Ethan? ¿Cómo había sobrevivido, abandonado y olvidado?
Sin pensarlo, Maia extendió la mano hacia él. Su piel estaba helada, rígida al tacto. Al primer roce de calor, él se echó hacia atrás instintivamente. Pero Maia, negándose a soltarlo, apretó el agarre y susurró con voz entrecortada por la emoción: «No tengas miedo. Soy yo. Soy tu hermana y ahora estoy aquí».
Si nadie lo había salvado antes, ella sería quien lo hiciera. A partir de hoy.
Las lágrimas brotaron de los ojos de Ethan, que se volvieron brillantes y vidriosos en un instante. Sin previo aviso, soltó su mano y salió corriendo con todas sus fuerzas, sin mirar atrás ni una sola vez.
Maia se levantó, dispuesta a perseguir a Ethan, pero antes de que pudiera moverse, Kathie la agarró suavemente por el brazo. —Déjalo —dijo en voz baja—. Después de lo que pasó hace cuatro años, ha cambiado. Ya no habla mucho. A veces solo necesita un poco de espacio para ordenar sus ideas.
Esas palabras hicieron dudar a Maia. Lentamente, se dejó caer en su asiento y fijó la mirada en el rostro pálido y cansado de Kathie. —Señora Marshall, no puede permitirse esperar más. Pronto los sacaré de aquí a usted y a Ethan. Me aseguraré de que ingresen en el mejor hospital.
Una pequeña sonrisa cansada se dibujó en los labios de Kathie. —Llámeme Kathie, como Ethan. No estoy tan mal como cree. Por favor, no cargue también con nuestro peso.
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La preocupación se apoderó de Maia cuando preguntó: «Oí algo después de que Rosanna volviera con la familia Morgan… ¿De verdad acabaste en la cárcel?».
En aquellos primeros días, después de que Rosanna fuera devuelta a la casa de los Morgan, habían anunciado con orgullo al mundo que Maia seguiría formando parte de su familia y que siempre sería su querida hija.
Kathie, desconsolada por el comportamiento de Rosanna, nunca había esperado que Maia regresara. Después de todo, ¿quién dejaría atrás las comodidades de una familia rica para soportar las penurias de los barrios marginales?
Aun así, a pesar de saberlo, a veces se sorprendía a sí misma preguntando por Maia.
Para Kathie, Maia no era solo una desconocida. Era familia: la hija de su difunto hermano y su cuñada, una sobrina a la que nunca había visto.
Al oír la cautelosa pregunta de Kathie, Maia esbozó una pequeña sonrisa amarga. —Es cierto. Rosanna temía que le robara su lugar en la familia Morgan. Me tendió una trampa y me acusó de robar una joya de Radiant Jewels. Para proteger su nombre, los Morgan me despojaron del apellido «Morgan», dijeron al público que era de la familia Watson y me metieron en la cárcel. Nadie me dijo nunca que tenía un hermano menor. Siempre pensé… que estaba sola en el mundo.
La conmoción hizo que Kathie abriera los ojos como platos y la incredulidad se apoderó de su expresión.
La verdad la golpeó como un puñetazo. Siempre había dado por sentado que los Morgan trataban a Maia con amabilidad, que la veían como a una hija más, tal y como le habían prometido. Hasta ese momento, no había sabido que la realidad era mucho más dura de lo que jamás hubiera imaginado.
Kathie abrió los labios para hablar, pero vaciló, buscando palabras que nunca llegaron. Tras una larga pausa, susurró: «Has soportado mucho, Maia…».
A lo largo de los años, Maia había sufrido muchas injusticias, pero nunca había derramado una lágrima por ninguna de ellas. Solía creer que ninguna merecía sus lágrimas.
Al oír las palabras de Kathie, incluso en su primer encuentro, se le llenaron los ojos de lágrimas.
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