Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 884
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Capítulo 885
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Cuando cundió el pánico y la gente se dispersó, Maia hizo lo contrario: se mantuvo firme, se adentró directamente en el peligro y desenmascaró el engaño de Vince antes de que la situación se descontrolara aún más.
Si Maia no hubiera anticipado su juego ni hubiera hablado con la claridad que tranquilizó a la multitud en ese momento crítico, ¿quién sabe cuántas vidas se habría cobrado este edificio?
La tranquila declaración de Maia de que «ahora todo está bien, el peligro ha pasado» fue más que una simple frase: tranquilizó los corazones de todos los que la escucharon. Sin ella, el miedo podría haber tomado el control total. Una estampida estaba a solo un latido de convertir la escena en una carnicería.
Nadie quería imaginar ese desenlace. Nadie quería ver sangre derramada por el pánico.
Después, mientras la tensión aún persistía como el humo, Maia se acercó a Chris sin decir nada. Ambos bajaron con cuidado por la escalera mecánica parada, cuya estructura estaba intacta pero sin vida.
El rostro de Maia no mostraba rastro alguno de orgullo o miedo, solo calma y seguridad. Y aunque no dijo nada, cada paso silencioso parecía hablar más alto que el caos que dejaban atrás.
Al principio, nadie dijo nada. Solo la miraban, todos los ojos fijos en la misma figura.
Finalmente, una voz rompió el silencio. «La señorita Watson… Ella es quien nos ha salvado».
Los susurros se extendieron entre la multitud, al principio suaves. «Maia».
Entonces, el nombre se extendió como la pólvora, pasando de boca en boca. «Maia».
«¡Es Maia quien ha hecho milagros!».
Una persona, abrumada por la emoción, gritó con voz temblorosa: «Ha salvado a todos los que estaban en este edificio».
Y entonces se desató como una ola: gritos que brotaban de la multitud, cada uno más fuerte que el anterior. «¡Maia, gracias!».
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«¡Nos has salvado! ¡Gracias!».
«Has estado increíble ahí atrás…».
De repente, un estallido de aplausos se elevó en el aire inquieto, constante y rítmico, mezclándose gradualmente con voces llenas de gratitud y admiración.
Abajo, los periodistas que se habían apresurado a acudir al lugar levantaron sus cámaras hacia Maia, ansiosos por capturar la imagen que todos recordarían. El personal del evento se hizo a un lado y los agentes del SWAT se movieron instintivamente, separando a la multitud para dejarle paso.
Los cánticos comenzaron a elevarse entre la multitud, cada vez más fuertes con cada repetición. «¡Maia Watson! ¡Maia Watson!».
No era por aparentar. Las voces salían directamente de sus corazones, un tributo colectivo a la mujer que se mantuvo firme, que se mantuvo lúcida cuando más importaba. Para ellos, era como dar la bienvenida a casa a una heroína, y alguien entre la multitud pulsó el botón de grabar, inmortalizando el momento para siempre.
De pie en el centro de todo, Maia miró a la multitud. Su rostro permaneció tranquilo, sin sonrisas brillantes ni lágrimas. Solo un silencioso asentimiento que lo decía todo. Aunque no estaba acostumbrada a ser el centro de atención, miró a los ojos a todos sin pestañear.
Los flashes de las cámaras estallaron como la luz de las estrellas. Los objetivos se acercaron. Los periodistas se abalanzaron hacia adelante, con voces que se superponían en un frenesí por escucharla.
Sin decir una palabra, Chris se acercó. Siempre atento, se colocó entre ella y la prensa, abriéndose paso con delicadeza entre el caos.
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