Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 882
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Capítulo 883
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«Solo quería asustarte… para que reconsideraras las cosas, para que dijeras que sí… para que te casaras conmigo… Eso es todo lo que quería. Solo una oportunidad».
Completamente derrotado, Vince se derrumbó en el suelo, como un luchador derrotado que lloraba entre los escombros de sus propias decisiones.
De repente, unos pasos apresurados resonaron en la escalera de incendios. Con un estruendo de botas, un equipo SWAT irrumpió en el interior, con las armas desenfundadas, desplegándose para bloquear todos los ángulos. Varios agentes no perdieron tiempo, derribaron a Vince al suelo y lo inmovilizaron con una eficacia entrenada.
A su alrededor, la multitud estalló en un tumulto caótico. En medio de los gritos, una voz clara y familiar se abrió paso entre el ruido. «Esperad».
Las cabezas se giraron cuando se abrió un camino claro entre la multitud de curiosos. Entrando en escena apareció un grupo de detectives vestidos de civil, con la autoridad escrita en cada placa. Al frente caminaba un hombre que todos reconocieron: Roland.
Con una presencia firme e inquebrantable, la mirada aguda de Roland no se le escapaba nada; cada centímetro de su cuerpo irradiaba control y autoridad silenciosa. El corazón de Maia dio un vuelco. No esperaba verlo allí.
No se perdió tiempo en saludos. Roland se dirigió directamente al lugar donde yacía inmovilizado Vince.
—Vince Ward —dijo con calma, pero con frialdad, y sus palabras cortaron como una navaja—. Has tenido tu momento. Se ha acabado.
El reconocimiento brilló en los ojos de Vince, y una sonrisa amarga se dibujó en su rostro, como si aún tuviera algo que decir. Unos grilletes de acero le sujetaron las muñecas antes de que pudiera pronunciar otra palabra.
Dos agentes se adelantaron, mostrando sus identificaciones. «Vince Ward, queda detenido por alteración grave del orden público, poner en peligro a la población, posesión ilegal de explosivos y amenazas violentas. Tiene derecho a permanecer en silencio, pero todo lo que diga podrá ser utilizado en su contra ante un tribunal».
El pánico se apoderó de Vince y gritó: «¡No! ¡Yo no he volado nada! ¡Solo eran fuegos artificiales, bengalas, nada más! Solo quería asustarla. ¡No tienen derecho! ¡No lo entienden, la amo!».
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Con los ojos desorbitados y frenético, se resistió a los agentes, pero sus súplicas sonaban huecas en el ambiente cargado.
La voz de Roland se volvió más aguda. «Vince Ward, tus delitos son mucho más graves de lo que admites». Sus palabras cortaron la tensión como el hielo. «Contrataste a un asesino para que atacara a un abogado de Zenith Legal. Tenemos pruebas irrefutables, junto con una confesión firmada por tu cómplice. Disfruta de tu vida en prisión, enfrentándote a lo que has hecho».
Al instante, el caos se apoderó de la sala.
«¿Contrató a un asesino? ¿Está completamente loco?».
«¿No es ese abogado de Zenith Legal el que representa a Maia? ¿No se había calificado el incidente como un accidente?».
«¿Así que era Vince quien movía los hilos desde el principio?».
La conmoción paralizó a Vince, con los ojos muy abiertos y sin parpadear, los labios entreabiertos en silencio y horrorizado.
Todo había terminado, y él lo sabía.
En ese instante, toda la fachada, todos los gestos calculados, se desvanecieron.
Una risa hueca y salvaje brotó de los labios de Vince.
Al darse la vuelta, vio una figura que se abría paso entre la multitud: un hombre con un traje a medida, con los ojos ardientes de furia.
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