Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 879
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Capítulo 880
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Con esto en mente, ella había calmado deliberadamente sus emociones crispadas mientras analizaba meticulosamente sus microexpresiones y su lenguaje corporal, todo ello mientras examinaba los supuestos detonadores atados a su pecho.
Necesitaba determinar si la atención de Vince estaba realmente fija en la multitud aterrorizada o si estaba calculando cada paso que ella daba para acercarse. ¿Era auténtico su agarre mortal al mando? ¿El supuesto chaleco explosivo atado a su torso contenía realmente bombas reales o era todo un elaborado engaño?
Estas preguntas giraban sin cesar en la mente de Maia.
Entendía perfectamente la verdadera naturaleza de Vince: egoísta, paranoico y fundamentalmente cobarde. Un hombre como él nunca se pondría voluntariamente en peligro mortal.
Todo este espectáculo no era más que la última y desesperada jugada de un hombre acorralado y aterrorizado.
La gente se reunía en las sombras, manteniendo la distancia mientras la curiosidad atraía sus miradas hacia el caos que se desarrollaba. Los teléfonos aparecieron en manos temblorosas mientras los espectadores compartían cada segundo en línea. En cuestión de segundos, Internet explotó con comentarios.
«¡No me lo puedo creer! ¿Se ha vuelto loca? ¡Se está acercando a un tipo que lleva una bomba!».
«¿Está loca? Está poniendo su propia vida en peligro».
«Esto me pone muy nervioso. Vince Ward, si quieres acabar con todo, ¡deja a mi ídolo favorita fuera de esto!».
Frente a las cámaras, Maia se mantuvo erguida e imperturbable, con la mirada aguda e inquebrantable, mientras se enfrentaba al hombre frenético sin retroceder ni un solo paso.
Mientras tanto, en la comisaría de Wront, en las casas de las familias Ward y Cooper, e incluso en la sede de MCN, la gente miraba sus pantallas en silencio absoluto. Nadie se atrevía a moverse ni siquiera a respirar.
«¿Qué voy a hacer?», replicó Vince antes de echarse a reír. «Si te acercas más, detonaré la bomba de verdad».
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En lugar de reducir la velocidad, Maia avanzó con tranquila determinación. Cada paso que daba obligaba a Vince a retroceder, y su confianza se desvanecía.
«Así que esto es lo que quieres, ¿verdad? ¿Que los dos caigamos juntos? Esta es tu oportunidad. ¿Por qué no pulsas ese botón?», le desafió Maia, con una mirada firme que hizo temblar la mano de Vince. Su dedo se cernía sobre el gatillo, pero no se atrevía a pulsarlo.
Cuando Maia se dio cuenta, soltó una risa fría. «¿Necesitas que me acerque y lo haga por ti?».
La compostura de Vince se resquebrajó. Retrocedió tambaleando, con el pánico reflejado en su rostro. «¡Te lo advierto, no te acerques! No quiero que esto empeore».
«¿Es eso cierto o es que estás demasiado asustado?», preguntó Maia con voz tranquila, sin apartar la mirada de él mientras sus nervios se desmoronaban.
Con el ceño fruncido por la frustración, Vince exigió: «¿De qué estás hablando?».
Maia se detuvo, con los ojos brillantes de ira. «Vince, ¿ya has tenido suficiente?».
La sorpresa se reflejó en el rostro de Vince cuando se dio cuenta de la realidad del momento.
«Estás aterrorizado, Vince. No finjas que no es así», dijo Maia. Tras una breve pausa, añadió: «Si realmente tuvieras valor, ya me habrías llevado contigo».
La ira distorsionó los rasgos de Vince. «¡Tú… deja de hablar!». Todo su cuerpo temblaba como si sus palabras lo hubieran golpeado.
«Sabes, Vince, te entiendo mejor que nadie», continuó Maia, con un tono teñido de amarga risa. «Hubo un tiempo en el que realmente me importabas, más de lo que quiero admitir».
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