Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 878
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Capítulo 879
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«Maia, es peligroso. ¡No vayas!», le susurró con urgencia, temiendo que provocar a Vince pudiera poner en peligro su vida.
Maia se volvió y le dedicó una sonrisa amable. «No pasa nada. Confía en mí».
Chris sintió que se le cortaba la respiración. Esas dos palabras, «confía en mí», resonaron en su mente e, instintivamente, soltó su mano. Su fe en Maia era absoluta.
Maia volvió a mirar hacia delante y se mantuvo erguida, con su largo cabello ondeando en el aire lleno de humo. Su silueta contrastaba de forma llamativa con el caos que la rodeaba.
Las pupilas de Vince se contrajeron bruscamente. Como una bestia acorralada, levantó ambas manos y gritó con voz ronca: «¡No te acerques más, Maia! No bromeo. Voy a detonar esta bomba».
Maia no vaciló en sus pasos. Sus ojos cristalinos reflejaban el rostro aterrado de Vince mientras respondía con calma: «Por supuesto. Tengo miedo a la muerte, pero tengo más miedo a que me engañen y me traicionen».
Su voz era suave, pero atravesó los oídos de Vince como una espada, destrozando la ilusión de locura que había construido con tanto cuidado.
Chris mantuvo la mirada fija en cada movimiento de Vince, preparado como un depredador listo para entrar en acción y proteger a Maia en cualquier momento.
Mientras tanto, desde su posición de francotirador en el edificio de enfrente, Maxwell apretó los dientes y pegó los ojos al visor. A través de la lente, la figura de Maia se veía cada vez más clara.
«¿Está loca? ¿Qué hace caminando hacia Vince ahora?».
El sudor perlaba las palmas de las manos de Maxwell, ya que las incomprensibles acciones de Maia lo dejaban completamente desconcertado. Los recuerdos de encuentros pasados le inundaron la mente, recordándole cómo Maia había desafiado constantemente las expectativas de todos.
Pero esta vez era diferente. Sin poder oír nada de lo que ocurría abajo, Maxwell no podía permitirse correr un riesgo tan peligroso. Se le hizo un nudo en la garganta y tragó saliva con dificultad. El cañón del arma se movió con deliberada precisión, y la mira se deslizó desde la frente de Vince hasta el mando que este sostenía en alto con su temblorosa mano derecha.
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Si la situación lo exigía, dispararía para inutilizar la mano de Vince, asegurándose de que el loco no pudiera pulsar el botón de detonación de ese mortal mando a distancia.
Sin embargo, el comportamiento de Maia le hizo detenerse una vez más. Cada paso que daba era medido y seguro, lejos de la desesperación temeraria de alguien que está tirando su vida por la borda. Algo le decía que ella poseía un conocimiento que se les escapaba al resto.
El dedo de Maxwell se cernía sobre el gatillo. ¿Qué tipo de seguridad podía tener ella?
Mientras tanto, la compostura de Vince se resquebrajó visiblemente. Todo su cuerpo se tensó y sus labios temblaron incontrolablemente. El mando vibraba violentamente en su mano, pero su dedo se negaba a pulsar el botón fatal.
—¡Maia, lo digo en serio! —Su voz se quebró por la desesperación mientras luchaba por mantener el control—. Si te acercas más, voy a…
—¿Qué harás? —La interrupción de Maia cortó su amenaza como una espada. Su mirada se volvió gélida, aunque su tono seguía siendo inquietantemente tranquilo.
Antes había vacilado con incertidumbre, pero ahora, al acercarse, podía sentir cómo la fachada cuidadosamente construida por Vince comenzaba a desmoronarse. Cualquier duda que hubiera nublado su mente desapareció por completo, sustituida por una confianza firme y una determinación cristalina.
Durante todo el enfrentamiento, Maia había luchado con una pregunta crucial: ¿estaba Vince realmente desquiciado o simplemente estaba montando un elaborado espectáculo?
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