Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 875
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Capítulo 876
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Antes de marcharse, Gavin echó una última mirada a la pantalla, con los pensamientos acelerados, mientras murmuraba: «Por favor, no lo hagas, Vince. No dejes que esas bombas exploten».
Parecía surrealista. Su hijo, siempre tan comedido y prudente, se encontraba ahora al borde de algo impensable.
En cuanto Gavin se subió al coche, le gritó al conductor: «¡Pisa a fondo!».
Mientras el caos se desataba a su alrededor, el enfrentamiento entre Vince y Maia había durado apenas diez minutos. Sin embargo, para ambos era como estar atrapados en una habitación en llamas sin salida.
«¿Quieres saber algo, Maia?». La voz de Vince fluctuaba de forma impredecible: un segundo era suave y al siguiente, aguda. Agitó los brazos mientras se sumergía en recuerdos que claramente lo habían atormentado durante años.
«Realmente valoraba lo que me diste. En aquel entonces, lo único que quería era escapar de un matrimonio concertado por mi familia. Me resistí al compromiso… no porque te odiara, sino porque no tenía palabras para explicarlo».
Sus ojos se negaban a quedarse quietos. En un momento flotaban, al siguiente se fijaban en ella con una intensidad casi aterradora. Su rostro se retorcía entre la angustia y algo inquietantemente parecido a la alegría.
«Entonces apareció Rosanna. Lo arruinó todo. Me mintió. Engañó a mi padre. No me dejaron volver a acercarme a ti y, al final, me obligaron a casarme con ella. Nunca quise esto. Nada de esto».
Con pasos cuidadosos, Maia se acercó lentamente a él, en silencio y con firmeza. Ahora solo un metro los separaba. Un paso más, eso era todo lo que necesitaba. Si se movía lo suficientemente rápido, podría agarrar el mando antes de que él se diera cuenta del movimiento. Todo esto podría terminar en un instante.
Pero antes de que pudiera dar otro paso, la voz aguda de Vince cortó el aire. «¡Quédate ahí!».
Dio un paso atrás, con una sonrisa salvaje en el rostro, como una advertencia. «Maia, detente. Puedo ver lo que estás planeando. ¡Mírame, mírame de verdad!».
Lo que veía en sus ojos no era razón. Era caos, obsesión envuelta en desesperación, el tipo de mirada que se ve justo antes de que todo se derrumbe.
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«Dime una cosa… ¿te casarías conmigo?».
El aire se volvió más denso en un instante, cargado con el peso de su pregunta.
Negándose a retroceder, Maia apretó los dientes con fuerza y respiró lentamente, obligando a sus nervios a someterse.
En ese momento, Vince parecía menos un hombre y más un explosivo vivo, que solo necesitaba la más mínima chispa para hacerlo todo estallar.
Una leve vibración resonó en el bolsillo de Chris. Sin mostrar apenas emoción, inclinó la cabeza hacia abajo y respondió a la llamada en silencio.
«Estoy en posición», dijo la voz de Maxwell a través del altavoz, baja y firme.
Chris asintió brevemente antes de responder: «Cuento contigo. Pero no te…».
…hacer daño a Maia.
«Entendido». Con un suspiro cansado, Maxwell terminó la llamada sin decir nada más. No había duda: Chris iría hasta el fin del mundo por su esposa. Pero incluso sin el recordatorio de Chris, Maxwell sabía que nunca haría daño a Maia.
Una fría quietud se apoderó de él al respirar de nuevo. Entrecerró los ojos y su actitud se transformó en algo letal y sereno.
Con la punta del dedo, Maxwell comprobó la dirección de la brisa, con un silencioso cálculo guiando cada uno de sus movimientos.
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