Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 871
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Capítulo 872
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Chris no era de los que llamaban y se quedaban callados. La línea estaba activa, pero no se oía nada. Solo se escuchaban sonidos amortiguados, como si el teléfono estuviera oculto.
Maxwell sintió un nudo en el pecho. ¿Qué podía haber llevado a Chris a ponerse en contacto de esta manera? Si no hablaba, ¿era porque no podía? ¿Porque estaba en peligro?
La idea le golpeó como un rayo, y Maxwell abrió los ojos de par en par al darse cuenta de repente.
Desde el asiento trasero, Marisa se enderezó, se le cayó la piruleta de los dedos y exclamó: «¡Maxwell, mira esto! Vince Ward está montando otro espectáculo: le está pidiendo matrimonio a Maia delante de todo el mundo. Está en todas las redes. Hay gente que incluso dice que Maia no es digna de él. ¿Te lo puedes creer?».
Sus palabras atrajeron la atención de Maxwell hacia el teléfono de Marisa. En la retransmisión en directo, la silueta de Chris era inconfundible al fondo.
Maxwell sintió un nudo en el pecho. «¿Por qué Chris me llamaría en medio de este caos?», murmuró, con la sospecha agudizando su atención.
Antes de que pudiera asimilar el pensamiento, la voz de Maia irrumpió de repente en el Bluetooth, pillándolo completamente desprevenido.
La voz de Maia llegó a los auriculares de Maxwell, ahora más clara que antes. Parecía que Chris había sacado el teléfono de su bolsillo, arriesgándose a que lo descubrieran.
Al otro lado de la línea, Maia habló con firmeza. «Respira hondo, Vince. Primero dame el mando a distancia… Me sentaré y te lo explicaré todo como es debido».
Antes, Maxwell no había podido entender sus palabras, pero ahora resonaban nítidas e innegables.
¿Un mando a distancia?
El reconocimiento se reflejó en el rostro de Maxwell.
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Entonces oyó a Chris susurrar: «Maia, no te acerques. Lleva explosivos».
La comprensión golpeó a Maxwell como un rayo. Se levantó de un salto de su asiento, con el terror recorriendo su cuerpo y el sudor picándole en la piel. ¿Explosivos?
De repente, todo cobró sentido: la extraña llamada silenciosa de Chris, los sonidos amortiguados, la urgencia.
Maxwell recordó su propia rutina. Cada semana, a esa misma hora, pasaba por el restaurante de comida picante para saldar las cuentas. Y siempre llevaba el «violonchelo» en el coche.
Pero ese estuche no contenía un violonchelo. En su interior se escondía un arma hecha a medida, diseñada para transformarse en un rifle de francotirador de alta potencia.
En ese momento, Maxwell se encontraba a menos de cien metros de Harmony Plaza.
Frente a él, la Friendship Tower igualaba en altura al Harmony Plaza. Su azotea daba directamente a la plaza, ofreciendo una amplia vista sin obstáculos de toda la zona comercial.
En cuestión de segundos, Maxwell ideó un plan. Sin dudarlo, terminó la llamada y se reafirmó en su decisión.
«Mantén la cabeza agachada. No te metas en nada. Cruza la calle, entra en Skyline International y cómprate algo. Te transferiré el dinero ahora mismo», le dijo Maxwell con firmeza a Marisa.
—Espera, ¿qué? —Marisa parpadeó confundida, tratando de entender por qué Maxwell actuaba de repente de esa manera. Antes de que pudiera procesarlo, la fuerza de la aceleración del coche la empujó contra el asiento.
Un rugido atronador del motor rasgó el aire cuando Maxwell pisó el acelerador, cruzando tres carriles antes de entrar en el aparcamiento subterráneo de la Torre Friendship.
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