Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 869
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Capítulo 870
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Esa simple promesa disipó su pánico como la luz del sol rompiendo la oscuridad.
Ninguno de los dos volvió a hablar. Vince había perdido todo contacto con la razón, apostando todas las vidas inocentes por su obsesión. Nunca se detuvo a pensar en lo que vendría después.
Al darse cuenta de la presencia de Chris, Vince le lanzó una mirada venenosa.
«¡Cierra la boca, idiota patético! ¡Esto es entre Maia y yo!».
Una inquietante quietud se apoderó de Vince durante un instante, antes de que su rostro se contorsionara en una expresión aún más desquiciada.
De repente, una carcajada estruendosa estalló de nuevo, más fuerte, más salvaje.
«Maia, ¿quieres casarte conmigo?», gritó con una amplia sonrisa de locura, mientras se arrodillaba completamente ante ella.
Ante un público cautivo, Vince se aferró al mando a distancia con determinación, con los nudillos blancos, mientras con la otra mano rebuscaba en su bolsillo hasta sacar un anillo, ejecutando cada movimiento con la precisión de una escena ensayada innumerables veces en su mente.
Sus palabras resonaron con claridad, lo suficiente como para que todos las oyeran. Los gritos y exclamaciones se propagaron entre la multitud.
«¡Vaya! ¡Vince le está pidiendo matrimonio a Maia delante de todo el mundo!».
Esa sonrisa de satisfacción volvió a aparecer cuando Vince declaró: «Maia, lo digo en serio. Esta vez, tienes que creerme».
Cada rasgo de su expresión irradiaba una obsesión frenética. Inclinó la cabeza y bajó la voz hasta convertirla en un murmullo escalofriante.
«Di que sí ahora, ven conmigo y estas personas serán libres».
Maia sintió una oleada de pánico y entrecerró los ojos con temor. No tenía escapatoria. Si se negaba, Vince, en su estado de desquiciamiento, podría pulsar el mando a distancia en cualquier momento. Era una apuesta que no podía permitirse arriesgar.
Chris, sintiendo el temblor de su cuerpo, se inclinó hacia ella y le susurró, con voz firme y segura: «No estás sola. Yo estoy aquí».
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Esas palabras amables atravesaron su terror como un salvavidas, anclando sus pensamientos en espiral.
Ninguno de los dos se atrevió a volver a hablar. Vince estaba más allá de la razón, su mente fracturada, el pensamiento racional perdido en una desesperación temeraria.
Chris recibió otra mirada venenosa de Vince, que escupió: «¡Ocúpate de tus asuntos! ¡Esto no te incumbe! ¡Esto es entre Maia y yo!».
Maia extendió el brazo, reteniendo a Chris, y dio un paso adelante. Su voz era tranquila, deliberada, cada sílaba medida.
«Déjame encargarme de esto».
Se enfrentó directamente a Vince, con un tono firme pero tranquilo.
«Vince, piensa. ¿Te das cuenta del desastre en el que te estás metiendo?».
Sus palabras intentaron llegar a los fragmentos de cordura que aún quedaban en él, pero nada cambió.
Por un breve instante, la duda se reflejó en el rostro de Vince, pero desapareció con la misma rapidez.
Una risa amarga brotó de él, la tristeza nublaba sus ojos, su voz era áspera y entrecortada.
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