Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 854
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Capítulo 855
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Pero nunca llegó a suceder.
Los días se convirtieron en una dolorosa prueba de paciencia para Vince. Esperar era como estar atrapado, carcomiéndole lentamente la mente.
Entonces recordó la verdadera prisión de Maia: cuatro largos años tras las rejas, mientras que él solo había esperado unos pocos días. Por primera vez, Vince comprendió verdaderamente la profundidad del sufrimiento de Maia.
Sentía una profunda tristeza al pensar que no la había visitado ni una sola vez durante esos cuatro años.
La duda se apoderó de él, haciéndole preguntarse si sus errores pasados habían arruinado cualquier posibilidad de un futuro con Maia.
Ese pensamiento lo atormentaba, como un dolor sordo que le oprimía el pecho. Maia había confiado en él con todo su corazón, entregándose por completo, pero él había destrozado ese amor sin piedad.
Cada noche silenciosa, cuando Vince cerraba los ojos, la mirada llena de lágrimas de Maia y su súplica desesperada resonaban en sus oídos: «Yo no robé. ¿Por qué no me crees?».
Recordaba su última mirada, llena de desesperanza y frialdad glacial.
Ya no se atrevía a soñar con el perdón total de Maia.
Si ella pudiera concederle una sola mirada, una sola oportunidad para arreglar las cosas, Vince la guardaría en su corazón. Pero ese momento aún no había llegado.
Se sumió aún más en la tristeza. Empezó a preguntarse si Maia había sabido todo el tiempo que él estaba esperando abajo y simplemente había decidido hacer la vista gorda.
Solo después de ver las noticias, Vince se dio cuenta de lo equivocado que había estado. Maia ni siquiera estaba en el país; ya se había ido a Sceibar.
En un instante, una pequeña chispa de esperanza se reavivó en los ojos apagados y cansados de Vince.
Tecleó frenéticamente en su teléfono, buscando más noticias. Entre un mar de titulares, encontró rápidamente una historia sobre el ascenso de Maia a la fama en la escena artística de Otrultho.
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Su corazón latía con fuerza mientras abría con entusiasmo el reportaje en vídeo más popular de Internet. En la pantalla, Maia ocupaba el centro del escenario, con aire seguro y autoritario, mientras un fuerte y prolongado aplauso llenaba la sala.
Sus ojos se posaron en el pie de foto: «La prodigiosa Maia Watson presentó su obra maestra, «El amor eterno de una madre», al hijo de la famosa artista Sophia S. Schrader. Se dice que recreó la imagen juvenil de Sophia utilizando los rasgos de su hijo».
«¿El hijo de Sophia?», Vince frunció el ceño, con la corazonada de que algo no cuadraba.
¿Cómo había conseguido Maia cruzarse en el camino del hijo de una artista tan famosa? ¿Era posible que la persona en cuestión fuera solo un niño pequeño, de siete u ocho años?
Sin embargo, la forma en que se dio a conocer la noticia parecía intencionadamente vaga, como si se estuviera ocultando algo. No se reveló ningún nombre. No se publicó ninguna fotografía.
La duda comenzó a apoderarse de la mente de Vince.
Inmediatamente se puso en contacto con un amigo en Sceibar y le pidió que le ayudara a investigar quién era exactamente el misterioso hijo de Sophia.
Mientras esperaba noticias, Vince se quedó perdido en sus pensamientos.
Si la ambición de Maia era simplemente dejar huella en el mundo del arte, podía confiar fácilmente en la influencia y las conexiones de la familia Ward.
Todo lo que tenía que hacer era volver con él. Si Maia regresaba, Vince se prometió a sí mismo que la trataría con el doble de cuidado y nunca permitiría que volviera a pasar por más dificultades.
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