Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 848
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Capítulo 849
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«No puede terminar así», se susurró Maia a sí misma. Cada pocos momentos, levantaba la cabeza para mirar las puertas de la sala de urgencias, deseando que se abrieran y alguien le dijera que Chris había salido adelante.
Pero la esperanza se desvanecía cada vez que levantaba la vista.
La luz roja de advertencia permanecía encendida. Las puertas no se movían.
Incapaz de apartar la mirada, Maia se quedó mirando la entrada, paralizada por la preocupación. Cerrar los ojos le parecía arriesgado. Le aterrorizaba que, si apartaba la mirada, le dieran la peor noticia mientras no estaba mirando.
Solo entonces Maia se dio cuenta de lo mucho que Chris significaba para ella. Era imposible imaginar la vida sin él.
Maia miró fijamente la luz roja brillante sobre las puertas de emergencia. Esa señal de advertencia parecía más bien una maldición, que proyectaba una sombra sobre su corazón.
De repente, unos pasos rápidos resonaron en el pasillo, con un sonido nítido y apresurado.
Cada pisada le recordaba a Maia el martillo de un juez. La pesadez coincidía con los latidos de su pecho.
Maia levantó la cabeza de golpe.
La esperanza se encendió en su interior, como si esa fuera su única oportunidad.
Lenny apareció al final del pasillo.
—¡Profesor Bryant! —Maia se puso de pie de un salto, con la voz ronca por la preocupación.
Lenny no perdió tiempo. Su rostro mostraba una profunda preocupación cuando preguntó: «¿Siguen atendiéndolo?».
—Sí, siguen dentro. Ya ha pasado más de una hora.
Lenny asintió con expresión grave. —Entiendo la situación. Es bastante grave. El paciente tiene una hemorragia cerebral y ha entrado en coma. Afortunadamente, usted actuó con rapidez, por lo que la hemorragia no está fuera de control.
«¿Una hemorragia cerebral?», repitió Maia, con voz débil e insegura.
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«Así es. Durante nuestra llamada, mencionaste que Chris había recuperado repentinamente la memoria, ¿verdad?», preguntó Lenny.
Maia asintió con los ojos apagados y cansados. —Empezó a recordar cosas de cuando era pequeño. Le volvieron muchos detalles, incluso el rostro de su madre.
La expresión de Lenny se tensó. Tras pensarlo un momento, explicó: «Eso tiene…».
«… tiene sentido. El fragmento de bala que presionaba sus nervios se ha desplazado, permitiendo que los recuerdos resurjan. Desgraciadamente, ese mismo desplazamiento ha afectado a partes más sensibles de su cerebro».
Una fría pesadez se apoderó del pecho de Maia.
Sin perder ni un segundo más, Lenny empujó las puertas de la sala de urgencias y desapareció en el interior.
Maia se quedó junto a la entrada, mirando en silencio cómo se cerraban las puertas tras él.
Una vez cerradas, el pasillo se quedó inquietantemente silencioso.
Maia mantuvo la mirada fija en la luz de señalización de arriba, incapaz de apartar la vista.
Por fin, sonó una débil campana y la luz roja se apagó.
Todos los músculos del cuerpo de Maia se tensaron. Se levantó tambaleándose de su asiento.
Las puertas de la sala de urgencias se abrieron de golpe y Lenny salió, con gotas de sudor brillando en su frente.
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