Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 846
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Capítulo 847
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Con expresión preocupada, Kolton se volvió hacia la ventana salpicada por la lluvia, abrumado por su propia tormenta interior.
«¿A qué estás jugando, Maia?», murmuró. «¿De verdad crees que arrastrar a Chris, una pieza insignificante en este juego, será suficiente para enfrentarse a mí y a todo el Grupo Cooper?».
«¿Para quién trabajas realmente?», preguntó Kolton en voz baja, con tono sospechoso. Una molesta sensación le decía que Maia no actuaba sola, que alguien más movía los hilos entre bastidores.
De repente, un relámpago atravesó la oscuridad, revelando la fría precisión grabada en el rostro de Kolton.
La precaución siempre había sido su forma de vida. Cada movimiento era sopesado, cada riesgo calculado. El éxito nunca se dejaba al azar.
Sin embargo, esa mentalidad le había granjeado a Kolton más de un enemigo.
Por eso, identificar quién podría estar apoyando a Maia no era tarea fácil. Apoyando la barbilla en la mano, Kolton comenzó a repasar los nombres y las posibilidades en su cabeza.
Para empezar, estaba Shiloh, alguien en quien aún confiaba. Este hombre no tenía motivos para engañarlo. Por lo tanto, lo que Shiloh había dicho debía ser cierto: Maia no tenía ningún vínculo con Zoey.
Luego estaba el origen familiar de Maia. Ni siquiera tenía parentesco sanguíneo con la familia Morgan, y Kolton no recordaba haber hecho nada que pudiera haber despertado el resentimiento de los miembros de la familia Morgan. Según toda lógica, no debería haber rencor.
Un momento. Algo hizo clic en la mente de Kolton que no había considerado antes. La identidad de los verdaderos padres de Maia: ¿por qué nunca se le había ocurrido investigar eso? ¿Y si estaban relacionados con alguien a quien había matado en el pasado? Impulsado por ese escalofriante pensamiento, no perdió tiempo en llamar a sus agentes secretos.
«¡Buscad información sobre los padres biológicos de Maia!», dijo.
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En ese momento, Maia y Chris llegaron a la entrada del hotel.
Alice se despidió rápidamente antes de marcharse sin demora.
Una vez dentro del ascensor, se instaló un silencio inusual entre ellos.
Cuando Maia se inclinó para pulsar el número de la planta y las puertas se cerraron, Chris extendió los brazos y la abrazó sin previo aviso.
«Maia», murmuró con voz baja y sincera. «Lo digo de verdad. Gracias».
Sorprendida por la repentina cercanía, ella dudó antes de levantar lentamente la cabeza para mirar a los ojos de Chris.
Tras una breve pausa, una suave sonrisa se dibujó en los labios de Maia mientras se liberaba de su abrazo. —¿Desde cuándo te has vuelto tan serio? Antes solías decir «cariño» sin pensarlo dos veces.
Pillado por sorpresa, Chris parpadeó y luego se rió entre dientes. —De acuerdo, cariño. Dejaré de lado la formalidad.
Sus labios esbozaron una sonrisa tranquila, con las palabras de Maia aún resonando en su mente. Para Chris, ese día se había grabado profundamente en su memoria: no solo había vuelto a ver el rostro de su madre, sino que algo entre él y Maia había cambiado, acercándolos más.
Un suave timbre señaló la llegada del ascensor a su planta.
Cuando se abrieron las puertas, un pasillo tranquilo y vacío se extendía ante ellos. Comenzaron a caminar uno al lado del otro, aunque con cada paso, el espacio entre ellos parecía reducirse, como si un ritmo silencioso los atrajera el uno hacia el otro.
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