Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 844
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Capítulo 845
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No le había dado muchas vueltas. Simplemente se esforzaba al máximo cada vez, buscando siempre la perfección.
La verdad era que Otrultho solo era el principio. La noticia de su triunfo ya había revolucionado el mundo del arte a nivel mundial.
La impresionante victoria de Maia había cruzado los océanos y había llegado hasta Wront.
Dentro de la imponente sede del Grupo Cooper, Kolton se había puesto pálido como la muerte mientras miraba con ira las imágenes de las noticias que mostraban la fotografía de Maia, con el rostro desencajado por una rabia que apenas podía contener.
«¡Maia otra vez!», gritó con voz salvaje mientras golpeaba con el puño la mesa de caoba, haciendo que una taza de café de porcelana explotara en innumerables fragmentos afilados como cuchillas.
Esta pesadilla se repetía una y otra vez.
Le había dado a Mariana órdenes muy claras de mantenerse alejada de Maia y concentrarse únicamente en la exposición de arte, pero ella lo había ignorado por completo. Todas las lecciones aprendidas con tanto esfuerzo se habían evaporado de su memoria cuando, una vez más, lanzó todo el…
El Grupo Cooper se había visto envuelto en una vorágine mediática. La decepción de Kolton hacia Mariana era más profunda que el océano.
Pero había algo más que le quemaba aún más en el pecho.
Las calculadas palabras de Maia en la exposición habían convertido hábilmente la furia del mundo del arte de Otrultho en un arma, dirigiendo cada gramo de su ira directamente hacia el Grupo Cooper como un misil teledirigido. El precio de sus acciones estaba cayendo en picado una vez más.
Peor aún, los titulares habían revelado el verdadero papel de Chris.
¿De verdad se había rebajado a convertirse en el guardaespaldas personal de Maia?
Kolton frunció el ceño con profundas arrugas de ira mientras su furia alcanzaba un punto de ebullición que amenazaba con consumir todo a su paso.
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«¡Ese cabrón!», gritó Kolton con voz quebrantada, como un latigazo que atravesó la oficina, con las venas hinchadas en las sienes y los ojos encendidos de furia. Golpeó con el puño el borde del escritorio, con tanta fuerza que hizo vibrar el portalápices. «¿Chris ha tenido la osadía de convertirse en guardaespaldas de un forastero? ¿Traicionar así a su propia familia?».
Su pecho subía y bajaba con un ritmo irregular, hirviendo de incredulidad. Las imágenes de su teléfono volvieron a aparecer: Chris, silencioso y sereno, de pie junto a Maia en todas las fotos, como si ese fuera su lugar.
Cuanto más miraba Kolton, más ardía su ira. Respiró hondo, lento y tembloroso, como si intentara calmar la tormenta que se agitaba bajo sus costillas. Un momento después, recordó la fiesta en la que se había encontrado por última vez con Chris, y Maia también estaba allí.
¿Podría haber empezado algo entonces?
Mientras se desplazaba por los mensajes que le llegaban de sus subordinados, frunció aún más el ceño. Su rostro se volvió de piedra.
Nunca se lo habría esperado. Chris, el bastardo indeseado y de baja cuna, resultaba ser el hijo de Nicola… o, mejor dicho, de Sophia S. Schrader, la famosa artista.
Si lo hubiera sabido, tal vez habría visto venir la tormenta. Sin esa conexión, el mundo del arte de Otrultho no se habría vuelto tan frío con el Grupo Cooper. Los inversores no estarían retirando sus fondos ni vendiendo sus acciones. La revelación le golpeó como metralla.
Se recostó, aturdido, con la mente en un torbellino. «Nicola… todo este tiempo, y ella se escondía detrás de otro nombre. Muerta desde hace años, y aún así se las arregla para agitar las cosas», murmuró Kolton con los dientes apretados y la voz ronca.
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