Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 841
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Capítulo 842
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«O te disculpas aquí mismo o puedes olvidarte de llamarte Cooper», declaró Kiley, haciendo oír su ultimátum a todos los presentes.
A Mariana se le llenaron los ojos de lágrimas y las emociones brotaron de su interior mientras dirigía la mirada hacia Chris, que se encontraba a cierta distancia. «Chris…».
Esperaba, rezaba, que Chris la defendiera, recordando que ella era la única Cooper que le había mostrado amabilidad. ¿Quizás le importaba, aunque fuera solo un poco?
Chris, sin embargo, observaba con fría indiferencia, y su silencio era más hiriente que cualquier palabra.
Mariana apretó los puños con tanta fuerza que se le pusieron blancos los nudillos, y sintió un dolor punzante en el pecho, como si le hubieran atravesado el corazón con una navaja.
Donde antes había alimentado un afecto prohibido por Chris, ahora se había arraigado la amargura.
Si ella no podía tenerlo, se aseguraría de que nadie más lo tuviera. Armándose de valor, Mariana se tragó cada gramo de dolor y furia y se obligó a decirle a Maia: «Lo siento…».
Su disculpa se escapó en un frágil susurro, tan débil que casi se desvaneció en el aire, como si cada sílaba le costara un gran esfuerzo. Por un momento, toda la reunión quedó en silencio.
A un lado, Raegan no perdió la compostura, aunque sus dedos se curvaron con tanta fuerza que casi perdieron todo su color.
Recordó que el líder de la Máscara le había advertido una vez que no se cruzara con Maia.
Al principio, Raegan supuso que Maia era solo otra pieza de ajedrez. Pero ahora era obvio: Maia jugaba su propio juego y se movía por el tablero. Cualesquiera que fueran los lazos que existieran entre Maia y el líder de la Máscara, las suposiciones de Raegan ya no se sostenían. Pero una cosa era segura: Maia era ahora una enemiga a la que pretendía derrotar, sin importar lo que costara.
«¿Qué has dicho? No te he oído bien. ¿Podrías hablar más alto?». La voz de Maia rompió el silencio, con una expresión engañosamente tranquila mientras clavaba su mirada en Mariana con una concentración láser. «Si tu disculpa no es sincera, quizá no deberías volver a tocar un pincel nunca más».
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El ambiente apagado se transformó instantáneamente en algo mucho más peligroso.
Mariana temblaba bajo la mirada penetrante de Maia, con los labios temblorosos y los ojos llenos de lágrimas. Aun así, levantó la barbilla con actitud desafiante. —¡Maia, no vayas demasiado lejos!
Pero Maia ya la había ignorado. Girando ligeramente la cabeza hacia Kiley, habló con deliberada calma. «¿Qué opina, señorita Cooper?».
Cada palabra caía como una navaja.
La temperatura de la sala pareció descender en picado mientras los suspiros se propagaban entre el público. Nadie había previsto la implacable precisión de Maia, la forma en que le había quitado a Mariana cualquier posibilidad de salvar las apariencias.
Las palabras que Mariana había murmurado antes habían sido patéticamente inadecuadas, completamente desprovistas de remordimiento genuino. Ahora estaba pagando el precio.
Los ojos de Kiley se volvieron fríos al posarse en Mariana. Cuando habló, su voz transmitía una autoridad absoluta. «Haz lo que ella dice».
«Kiley…», la voz de Mariana se quebró. Las lágrimas amenazaban con derramarse por sus mejillas mientras la realidad se abatía sobre ella.
Esto no podía estar pasando.
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