Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 840
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Capítulo 841
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Maia los silenció con un solo gesto frío y luego dirigió una mirada penetrante a Kiley. «No hay necesidad de teatralidades, señorita Cooper. Solo dígame lo que quiere».
Kiley entrecerró ligeramente los ojos. La disposición de Maia a negociar le dio esperanzas: tal vez pudiera salvar algo de esta derrota en el concurso de pintura.
Tras un silencio reflexivo, Kiley finalmente habló, con un tono casi lúgubre. «Como hermana de Mariana, sé lo mucho que le gusta pintar. Lo es todo para ella. Si la expulsan para siempre, será como si le quitaran la luz de su vida. No puedo permitir que se marchite así».
Sus ojos se clavaron en los de Maia. «Así que, señorita Watson, si acepta ajustar la apuesta —que sea un año de prohibición de exposiciones de arte para Mariana—, moveré cielo y tierra para que Chris tenga esa oportunidad con mi padre».
Maia respondió con una risa fría. «¿De toda la vida a un año? Es una contraoferta muy atrevida».
La multitud que las rodeaba volvió a estallar en susurros.
«¿Acaso los Cooper saben aún lo que significa la dignidad?».
«¿Es justo que cambien las condiciones solo porque están perdiendo? ¿No fue Mariana quien propuso la apuesta en primer lugar?».
«Supongo que incluso las familias con todo ese poder pueden eludir sus promesas. ¡Menudo espectáculo!».
Los susurros y los comentarios se extendieron entre la multitud.
A pesar del ruido, Kiley no pestañeó. Las opiniones de los espectadores no significaban nada en comparación con proteger al Grupo Cooper de un verdadero revés.
Más tarde, se centraría en controlar los daños y dar una buena imagen ante el público.
«Si no puedes aceptarlo, lo entiendo», respondió Kiley, sin perder la sonrisa. «Pero hay que modificar un poco los términos».
Maia sopesó sus opciones en silencio y luego miró a Kiley a los ojos, con una leve sonrisa en los labios. «Aceptaré, pero quiero más. Mariana estará fuera del mundo del arte durante cinco años y me pedirá disculpas públicamente. Y, a partir de ahora, se mantendrá alejada de Chris y de mí para siempre».
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Maia rara vez cedía en las negociaciones, pero el futuro de Chris era lo primero, así que estaba dispuesta a ceder, pero en sus propios términos.
Cinco años eran suficientes para apagar la chispa de cualquier artista y darle una verdadera lección. Esas palabras cayeron como un golpe.
Mariana abrió mucho los ojos, indignada, y alzó la voz. —¿Qué acabas de decir, Maia? ¿Quién te crees que eres para impedirme ver a Chris?
Maia la miró fijamente, con tono imperturbable y frío. «Creo que soy la ganadora de este concurso y que yo tengo la última palabra. Quizás tu memoria te falle. Permíteme refrescártela».
«Tú…». A Mariana le faltaron las palabras y su tez se tornó de un gris enfermizo.
Kiley respondió con un asentimiento mesurado. «Que así sea. Mariana no volverá a cruzarse en tu camino ni en el de Chris».
Mariana soltó un grito de pánico. «¡Kiley!».
Podía soportar perderse las exposiciones de arte o incluso a Maia, pero que le impidieran ver a Chris era más de lo que podía aguantar.
—Ya basta —espetó Kiley con voz cortante como el cristal—. Pídale perdón a la señorita Watson. Ahora mismo.
Un violento temblor recorrió a Mariana; apretó la mandíbula con tanta fuerza que casi se rompió un diente.
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