Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 839
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Capítulo 840
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Una fría desaprobación se apoderó gradualmente de los rostros de los artistas y conservadores que se encontraban en las primeras filas.
«Legítimo o no, visitar a su abuelo es una muestra de respeto filial. No hay nada de malo en ello».
«Pensar que el hijo de Sophia ha soportado tal trato… La familia Cooper ha cruzado todos los límites».
Un murmullo de indignación y simpatía recorrió la multitud.
Chris no pudo reprimir una sonrisa al recordar las palabras de Maia: «Ahora es mi hombre… Me niego a ver cómo otros maltratan a mi hombre…».
Su mirada encontró a Maia, intensa pero tierna cuando sus ojos se encontraron. Una calidez lo inundó, un sentimiento ausente durante incontables años.
Después de la muerte de sus padres, se había quedado completamente solo, desprotegido, pisoteado por todos los que se cruzaban en su camino.
Todo cambió cuando conoció a Maia, cuando ella era solo una niña pequeña. Ella se había colocado frente a él y le había declarado con feroz determinación: «No tengas miedo. Yo te protegeré».
El corazón de Chris latía con fuerza contra sus costillas, y ese precioso primer recuerdo se cristalizó con sorprendente claridad.
Ninguna otra mujer había conmovido su alma después de ese día. Saber que su tía quería que se casara con Maia lo llenó de una alegría inconmensurable. Su garganta se movió en silencio, la emoción le robó la voz por completo.
De repente, una voz aguda rompió el momento. «¡Qué vergüenza, Maia!», espetó Mariana finalmente, perdiendo por fin la compostura.
Había estado conteniéndose todo este tiempo, pero ahora su compostura se había desmoronado por completo.
«Chris nos pertenece a nosotros, a la familia Cooper. ¿Y tú dices que es tuyo? ¿Quién te crees que eres?».
La voz de Mariana se quebró por la emoción, al borde de un colapso total.
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Chris solo podía pertenecerle a ella. ¿Cómo se atrevía Maia a reclamarlo con tanta descaro? ¡Esa audacia era imperdonable!
Los ojos de Maia se posaron en ella con fría indiferencia, sin mostrar ninguna preocupación.
La pobre Mariana había sufrido dos derrotas aplastantes a manos de ella, lo que probablemente había dejado su autoestima por los suelos.
En lugar de malgastar energías en discusiones inútiles, Maia se volvió hacia Kiley con una ligera arqueada de cejas. «Señora Cooper, seguro que puede atender una petición tan sencilla, ¿no?».
Con una leve sonrisa ensayada, Kiley respondió: «Señorita Watson, su petición no es descabellada, pero necesitaré la aprobación de mi padre antes de seguir adelante. Aun así, le doy mi palabra: haré todo lo posible por convencerlo».
Maia cruzó los brazos y arqueó una ceja con escepticismo. «Sra. Cooper, ¿me está dando largas con promesas vacías?».
Kiley dio un paso hacia ella y su voz se volvió suave y razonable. —En absoluto. Simplemente, no está en mis manos. Por supuesto, estoy dispuesta a ir más allá de mis responsabilidades habituales, pero a cambio, seguramente esperará algún tipo de compensación, ¿no?
Ante eso, Alice soltó un bufido. —Me parece que simplemente está incumpliendo su palabra.
Se produjo un murmullo generalizado y varios asintieron con la cabeza. «¿Perder y seguir intentando mandar? ¿Qué lógica es esa?».
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