Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 828
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Capítulo 829
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A su alrededor, la energía en la sala bullía. La gente estaba claramente emocionada.
Pero Mariana era diferente: su expresión se volvió sombría. Estaba segura de que su obra de arte destacaría, pero, una vez más, se encontró a la sombra de Maia. El orgullo que le quedaba se desmoronó en pedazos.
En ese momento, ni siquiera se atrevía a mirar el cuadro de Maia. Lo único que quería era desaparecer.
A poca distancia, Raegan frunció el ceño. No podía evitar preguntarse: ¿era realmente posible que Maia hubiera pintado a una mujer a la que nunca había visto y, sin embargo, hubiera creado un rostro que parecía sorprendentemente real?
Miró de reojo a Kiley y, para su sorpresa, vio un destello de miedo en la expresión de Kiley, que normalmente era inquebrantable.
Pero no duró mucho. Los rasgos de Kiley recuperaron rápidamente su habitual compostura.
Entonces, sin previo aviso, dio un paso adelante. Su voz resonó, aguda como el hielo. «Damas y caballeros, parece que han tomado una decisión definitiva».
En cuanto habló, la sala quedó completamente en silencio.
Los jueces se miraron entre sí, intercambiando miradas inciertas.
Una tensión palpable se apoderó del ambiente entre los jueces, y el silencio en la sala de exposiciones era tan tenso como la cuerda de un arco tensado.
Algunos jueces se inquietaban, con los labios entreabiertos como si las palabras estuvieran a punto de escapar, pero vacilaban bajo el peso de la moderación. Otros lanzaban miradas furtivas, con el ceño fruncido que delataba su inquietud mientras sus ojos se desplazaban rápidamente de un colega a otro.
Todos reconocían la superioridad artística que tenían ante sí, pero la sombra de la influencia de Kiley, la mecenas más formidable de la exposición, se cernía sobre ellos. Ninguno se atrevía a provocar su ira desafiando abiertamente su voluntad.
En ese momento tenso, todas las miradas se posaron en Grover, con una silenciosa súplica brillando en sus ojos. Grover, sintiendo la expectativa colectiva, se secó las gotas de sudor que brillaban en su frente.
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Con un paso renuente hacia adelante, se aclaró la garganta. «Bueno, Sra. Cooper, el sentimiento es claro. El público y los jueces han hablado. El vencedor de este duelo artístico es…».
Su voz vaciló, pero antes de que pudiera concluir, una voz afilada como una navaja cortó el aire.
«¿Han olvidado todos la esencia de este desafío pictórico?», intervino Kiley, con los labios curvados en una sonrisa burlona que rezumaba desdén. Sus palabras resonaron como un trueno, dejando a los jueces intercambiando miradas desconcertadas.
Grover frunció aún más el ceño, aunque se mordió la lengua.
Desde entre la multitud, una voz rompió el silencio. «¡El realismo en el retrato!».
Mariana, que momentos antes parecía perdida en una niebla de desesperación, cobró vida, con los ojos encendidos por una chispa ferviente.
«Exactamente», declaró, con la voz llena de renovado vigor. «Esta competición se basa en el realismo del retrato, en capturar la semejanza infalible del sujeto».
Su impulso se intensificó, cada palabra era una flecha pulida dirigida a su rival. «Dado que el tema es el realismo, la victoria debería recaer en quien haya recreado con mayor fidelidad la verdadera apariencia de su sujeto».
Su mirada, implacable, clavó a Maia en su punto de mira.
Antes, había estado demasiado nerviosa para darse cuenta de que solo ella, Kiley y Chris habían visto a Nicola en persona. Y Chris, debido a un accidente, había perdido el recuerdo del aspecto de su madre. Ni siquiera quedaba una sola foto de ella en la familia. Esta ausencia animó a Mariana a cuestionar la autenticidad del trabajo de Maia, inclinando la balanza a su favor.
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