Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 816
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Capítulo 816
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«No hay necesidad de eso», objetó Maia, con una suave risa escapándose de sus labios.
«Tu magnanimidad es admirable, pero sigo sin cambiar de opinión», replicó Alice, con un tono que mezclaba exasperación y lealtad.
«¿Por qué hay tanta gente aquí hoy?», preguntó Chris, mientras su mirada recorría la bulliciosa escena. «Veo a miembros del personal vendiendo entradas».
Alice hizo un gesto con la mano para restarle importancia. «Grover siempre ha sido un oportunista. Anoche, percibió que el fervor de la comunidad artística de Otruitho estaba llegando a su punto álgido. Intuyendo una oportunidad de oro, decidió aprovechar la histeria y vender entradas para financiar la renovación del Museo Gascoyne».
Maia y Chris intercambiaron una mirada cargada de comprensión tácita, con cuyos ojos transmitían una empatía compartida por la difícil situación de Grover, aunque mantuvieron los labios sellados.
Momentos después, el trío llegó a la sala del concurso, donde los caballetes se alineaban en filas ordenadas, con sus lienzos en blanco esperando el golpe de genio.
Poco después, la comitiva de Mariana se detuvo. Kiley, uno de los patrocinadores, había organizado un grupo de personal de seguridad para escoltar a Mariana. Con disciplina y precisión, apartaron a la multitud de curiosos, abriéndole paso para su gran entrada.
Mariana salió del vehículo, con su vestido corto como una declaración audaz contra la luz de la mañana. Tras ella iban su hermana mayor Kiley y la inquebrantable Raegan.
La prensa se abalanzó como una bandada voraz, con las cámaras disparando flashes cegadores. Un reportero entusiasta se abrió paso a codazos hasta la primera fila, con el micrófono extendido como una lanza. «Señorita Cooper, ¿qué le impulsa en este duelo artístico?», preguntó.
Otra voz resonó por encima del estruendo: «¿Confía en la victoria?».
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Otro preguntó: «Ha apostado su carrera en este concurso, señorita Cooper. ¿Ha pensado en las repercusiones de una derrota?».
Rodeada por un torbellino de preguntas incisivas y el implacable destello de las cámaras, Mariana siguió adelante con una compostura inquebrantable. Solo se detuvo una vez, lanzando una mirada fugaz por encima del hombro a Kiley, quien le ofreció un sutil gesto de ánimo con la cabeza.
Animada por ello, Mariana se detuvo deliberadamente y se giró para mirar a las voraces lentes. Su voz, aunque suave, transmitía convicción. «Como persona que ha dedicado toda su vida al dominio de la pintura, me niego a tolerar a los charlatanes».
Sus ojos, dos fragmentos de hielo, recorrieron la sala antes de volver a las cámaras. Con una declaración clara, proclamó: «Mi única intención en esta confrontación artística es desenmascarar el engaño de Maia Watson y expulsarla del mundo del arte».
Una ola de aplausos recorrió la sala, rebosante de energía.
Para Mariana, entornos como este eran como viejos amigos. Se había acostumbrado a ser el centro de atención, ya fuera recogiendo trofeos en concursos nacionales o pronunciando discursos en ciudades lejanas, el deslumbramiento de las cámaras y el clic de los obturadores se habían convertido en parte de su vida cotidiana.
Con calma, se enfrentó a la prensa. Una sonrisa pulida se dibujó en su rostro, inquebrantable mientras las preguntas y los flashes la rodeaban. Sus ojos recorrieron la multitud. La persona que buscaba no estaba por ninguna parte.
Así que Maia aún no había llegado.
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