Resurgiendo de las cenizas - Capítulo 814
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Capítulo 814
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Raegan dudó un instante antes de levantar la vista y mirar directamente a Kiley a los ojos. No había duda de la amenaza implícita en las palabras de Kiley.
Sonaba como si Kiley estuviera diciendo: «Si te enfrentas al Grupo Cooper, no dudaré en eliminarte, aunque seas una amiga íntima mía».
A pesar de la tensión, Raegan mantuvo la compostura, aunque sus ojos delataban una tormenta de emociones. Una sutil sonrisa apareció en su rostro mientras respondía: «Tienes razón. Pero no puedo evitar preguntarme: ¿quién es este hombre que está detrás de Maia?».
Una sensación de afinidad brilló en los ojos de Kiley. «Parece que nuestras mentes funcionan en tándem».
Sin previo aviso, extendió la mano y le levantó suavemente la barbilla a Raegan con los dedos. «Raegan, ¿puedo contar con tu lealtad para siempre?».
Raegan sintió un cosquilleo nervioso bajo el tacto de Kiley, pero asintió con firmeza. «Por supuesto. Puedes confiar en mí».
Su sonrisa parecía natural, pero la tensión se reflejaba en sus nudillos blanqueados, apretados con fuerza bajo la superficie.
En ese mismo momento, fuera de una sala de reuniones del hospital afiliado a la Academia Real de Sceibar, Maia estaba sentada en silencio, esperando a Lenny, con la espalda apoyada en una silla.
Cuando llegó, una enfermera le dijo que Lenny estaba dentro, enfrascado en una conversación con un grupo de especialistas internacionales. Pensó que la espera sería breve, pero las horas pasaron y el atardecer dio paso a la noche.
Por fin, las puertas de la sala de conferencias se abrieron con un suave crujido.
Lenny salió, vio inmediatamente a Maia y se apresuró a acercarse. —¡Maia, llegas temprano! ¿No habíamos quedado en cenar a las siete?
Una pequeña sonrisa burlona se dibujó en los labios de Maia. Así era Lenny: cuando el trabajo lo absorbía, el mundo exterior desaparecía.
Levantando la muñeca en señal de leve reproche, señaló su reloj. —Profesor Bryant, la hora de la cena ya pasó hace un rato.
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Solo entonces Lenny puso cara de avergonzado, con el rostro teñido de vergüenza. «¿Ya son las nueve? Ah, he perdido completamente la noción del tiempo. La reunión se alargó, todos tenían mucho que decir».
La respuesta de Maia fue amable, sin tono acusatorio. «Eso es lo que sospechaba».
Tras unas pocas palabras para romper el hielo, no perdió tiempo en ir al grano. «Profesor Bryant, ¿tiene alguna novedad sobre el plan quirúrgico de Chris?».
La pregunta borró los restos de su sonrisa, aportando una nueva seriedad a sus rasgos. Con un suspiro cansado, respondió: «Cada uno de nosotros, incluido yo mismo, ha propuesto un enfoque. El problema es que aún no nos ponemos de acuerdo sobre cuál es el mejor».
Maia bajó la mirada y una pizca de incertidumbre cruzó su rostro. Leyendo entre líneas, percibió la duda que se escondía tras el optimismo de su profesor. «¿Entonces no queda ninguna opción?».
Lenny negó suavemente con la cabeza. «No es una situación desesperada, Maia… El problema es que todos los planes propuestos hasta ahora conllevan riesgos importantes. Mañana me reuniré de nuevo con los demás cirujanos y seguiré insistiendo en buscar algo más seguro».
Captó la sombra de decepción en sus ojos y rápidamente trató de tranquilizarla. «Intenta no preocuparte todavía. ¿Por qué no comemos primero y hablamos más después?».
Terminó la cena y Maia regresó sola al hotel. Se detuvo frente a su suite y se quedó mirando la puerta de Chris al otro lado del pasillo. No se veía ni un atisbo de luz: la puerta permanecía firmemente cerrada.
Sin decir nada, Maia pasó silenciosamente su tarjeta magnética y entró en su habitación. Un cielo salpicado de estrellas vigilaba la ciudad, pero dentro del pecho de Maia bullía la inquietud.
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